Este libro se dirige, sobre todo, a las personas que en su itinerario creyente están en una situación de la que se puede decir, como de la temperatura, que no es ni de frío ni de calor. Dicho de otra forma, podemos mantener nuestras convicciones religiosas y cierto vínculo, pero corremos el riesgo de saborear menos la vida o de que esta discurra con más pena que gloria. Ante las cosas que suceden y que nos afectan, nos podemos quedar viéndolas venir, lejos de la intensidad con la que se puede llegar a vivir la experiencia cristiana.El riesgo de ser cristianos tibios es implicarnos poco, olvidando la pasión propia de una vivencia más profunda de la fe. En cierta manera, nos puede pasar lo que le dice el ángel a la Iglesia de Éfeso: «Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero» (Ap 2,3-4). Nuestra esperanza es que esa llama no se ha apagado del todo y puede reavivarse.

Este material quiere ser una ayuda para plantear nuestras catequesis en clave de renovación. Teniendo como telón de fondo el nuevo Directorio para la Catequesis, la novedad del ministerio del catequista instituido por el papa Francisco recientemente y la carta pastoral del arzobispo de Toledo, Catequistas con entrañas de misericordia -con la que inicia el presente material-, se presentan unas líneas de crecimiento para la catequesis a través de seis encuentros de formación.Cada sesión de formación está compuesta de una celebración, una enseñanza, trabajo por grupos y conclusiones.

No es necesario haber tenido una experiencia mística para poder enseñar la asignatura de Religión. Pero, si se quiere transmitir la importancia de la religión en la vida de las personas, es fundamental la voluntad de vivirla y querer saber más sobre Dios.Se trata de una asignatura diferente, ya que educa a la persona en ámbitos que siempre han formado parte del ser humano. Intentamos comprender conceptos y vivencias que, por su trascendencia, siempre han estado y estarán ligados a nuestra especie.El profesor de Religión debería poseer al menos dos características que complementen la figura del maestro convencional: una serie de conocimientos e interés por el hecho y el sentido religioso del ser humano, y una mayor flexibilidad y apertura -si cabe- para poder responder a cuestiones tan complejas como las que se describen en este libro.

Este libro presenta con toda la riqueza de posibilidades el ministerio de Catequista hoy, que es más importante y urgente que nunca porque nos encontramos en un cambio de época, donde es necesario transmitir la fe con pasión por Jesús en su Iglesia y para la vida de una humanidad sin horizontes, con gravísimos problemas que no será capaz de digerir sin catequistas que sean "evangelio junto a la puerta de al lado".Es importante formar a los catequistas en una catequesis más personalizada, más eclesial, más testimonial y más creativa. Para ello, se ofrecen cuatro capítulos en los que se desarrollan temáticas como "Jesús maestro y la Iglesia ministerial", la "identidad, misión y espiritualidad" del catequista, el "perfil" existencial y funcional del catequista y los "principales medios" de la catequesis.Por último, se incluye una "guía" del catequista para facilitar el desarrollo de un grupo de catequistas y el modo de afrontar el inicio de una catequesis familiar, y un "rito de envío" de los catequistas.

Esta obra va dirigida a quienes, en este mundo plural y complejo, profesan abiertamente la fe cristiana, en particular a jóvenes y sus acompañantes.Parte de una reflexión sobre los fundamentos antropológicos y teológicos de la vocación cristiana y presenta datos de realidad, junto con numerosas citas de san Ignacio de Loyola y pasajes evangélicos, para meditar y contemplar la realidad juvenil.Todo ello desde el empeño por ayudar a que se reconozca la propia llamada de Dios y se responda a ella en la cotidianidad "con gran ánimo y liberalidad" (cf. EE 5).

Contamos historias para saber que no estamos solos, para protegernos de la intemperie del mundo. Inventar relatos y contarlos es un modo de domesticar el universo. Más allá de explicar y dar cuenta más o menos cabal de nuestro origen y vínculos, los mitos establecen las coordenadas para que comprendamos nuestro cordón umbilical con lo divino y, así, para que sepamos que somos objeto de un cuidado, de una elección, de la participación en algo más grande que nosotros mismos. Más grande, incluso, que nuestra expectante esperanza. Los mitos son un mapa que nos permite llegar a puerto al revelarnos de dónde venimos. Son la falsilla con la cual el Creador nos anima a seguir escribiendo derecho aun con renglones torcidos.