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Durante la Segunda República, ni Francesc Macià en 1931 ni Lluís
Companys en 1934, proclamaron la independencia de Cataluña desde
el balcón de la Generalitat sino la República catalana en el seno de
una federación ibérica o de una república federal española. Con el
fin del franquismo y la conquista popular de la democracia, el Partit
dels Socialistes de Catalunya obtuvo el retorno del Presidente de
la Generalitat en el exilio, una Constitución española de inspiración
federalista y un Estatuto de autonomía muy superior al logrado durante
la Segunda República. Pero el pacto de la derecha catalana con los
sucesivos gobiernos españoles impidió que se instaurara un régimen
federalista auténtico. Ahora, frente a la opción del independentismo se
ha alzado, una vez más, la izquierda catalana, representada por el PSC,
fiel a su tradición federalista y a sus intentos constantes de construir, no
un Estado propio catalán, sino un Estado español apropiado y apropiable
para Cataluña.
El día que Gloria Van Aerssen y Carmen Santonja se conocieron originaron
el milagro más fascinante del pop español: Vainica Doble. Torrente
de pop quijotesco, este par de prestidigitadoras darán a luz a retoños
discográficos como Vainica Doble, Heliotropo, El Tigre del Guadarrama, El
eslabón perdido o Taquicardia. Obras indelebles al paso del tiempo, que
en su momento pasaron desapercibidas, ninguneadas por una industria
musical que casi nunca supo, ni quiso, apreciar la grandeza que se traían
entre manos las brujitas más avispadas del pop. Rebeldes con causa,
Vainica Doble jamás cejaron en su empeño por sortear los estereotipos
más manidos de la canción protesta o el pop melódico. Vainica Doble La
caricia pop no solo se adentra en el inmenso legado dejado por Carmen
y Gloria, sino que rastrea también el impacto del genial dúo en todas
estas bandas; aquellas que, de alguna manera, siempre han entendido la
creación musical como un sentimiento de vitalidad extrema en el oyente.
El cuento del astuto gato que trae de cabeza a su joven amo hasta convertirle de pobre molinero en el rico marqués de Carabás se basa en un texto original de Andersen que en esta ocasión se presenta bajo el formato editorial de un cuento-juego, adaptado incluso para los más pequeños. La historia se narra e ilustra mediante 21 fichas que se combinan para formar una única gran imagen de 68 × 81 cm, como si se tratara de un fantástico rompecabezas que se va descubriendo a medida que se sigue el orden narrativo. Las ilustraciones, ricas en colorido y en detalles, están integradas en un texto sencillo y claro, escrito con letras mayúsculas en la parte posterior de cada una de las fichas y en minúsculas en el interior del estuche.
Este cuento tradicional de origen inglés, conocido también por su versión cinematográfica, se presenta de nuevo en versión editorial bajo la forma de un cuento-juego. La historia se narra e ilustra mediante 20 fichas que se combinan para formar una única gran imagen de 68 × 81 cm, como si se tratara de un fantástico rompecabezas que se va descubriendo a medida que se sigue el orden narrativo. Las ilustraciones, ricas en colorido y en detalles, están integradas en un texto sencillo y claro, escrito con letras mayúsculas en la parte posterior de cada una de las fichas y en minúsculas en el interior del estuche.
Lars, el osito polar, viaja sin quererlo. Mientras se estaba bañando tan feliz, queda atrapado por una red de pesca. Dentro del barco logra escapar y conoce a Nemo, un gato pelirrojo que viaja a bordo. Su nuevo amigo sabe de qué manera Lars puede volver al Polo Norte con sus padres.
Un osito polar se aleja de su casa sobre un trozo de hielo. Cuando se derrite —¡menudo susto!— puede salvarse sujetándose a un barril y finalmente llega... ¡a África! Allí se encuentra con un camaleón, ve por primera vez los colores y siente por primera vez el calor. Está asustado y entusiasmado al mismo tiempo. A pesar de todo, quiere volver a su casa, donde todo es blanco y frío. Para ello le van a ayudar dos buenos amigos, un hipopótamo y una ballena.
199... Una habitación en una clínica. Un muchacho visita cada tarde a su abuelo, ya muy mayor. ¿Cuántos días le quedan? Los que sean, pero antes de partir, o no, el anciano le va explicando la historia de Gilgamesh. Cuando se queda solo, el hombre recuerda los episodios de su vida durante la Guerra Civil, luchando contra los nazis, navegando… y descubre que él tiene mucho en común con el rey de Uruk, en Mesopotamia, que se puso en camino en busca de la inmortalidad en la primera epopeya de la Historia, de hace 45 siglos. Esta narración es la semilla de toda la literatura y mitos aparecidos desde entonces entre el rio Indo… y Hollywood.
Los lectores actuales de Eros y Psique, de Apuleyo (libros V y VI de El asno de oro), han tendido a subrayar los temas que aparecen todavía en los cuentos y fábulas de hoy: Afrodita manda a Eros que castigue a Psique por lo mismo que la reina del «espejito, espejito» en Blancanieves manda al leñador que mate en el bosque a la princesa. Pero la historia de Eros y Psique tiene, además, una significación que trasciende esta o cualquier otra analogía que de ella pueda hacerse. Pues si Adán y Prometeo, al desobedecer, roban a los dioses el monopolio del saber, Psique les roba a su vez el monopolio del amor; un amor que deja de ser pura voluptuosidad reproductiva, presidida por Afrodita, para hacerse santo y seña de una emoción personal, que en adelante encarnará Psique. Precisamente será este el contraste entre la vieja y la nueva diosa del Amor: el de la intoxicación afrodisíaca frente al enamoramiento psíquico. Y aquí ya estamos ante la irrupción de un nuevo sentimiento. O esto es por lo menos lo que se desprende tanto de la tendenciosa interpretación que Xavier Rubert hizo del mito, como del irónico sainete en que lo transformó Xita Rubert.