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Aclamado por su combinación de realismo con atmósfera y por su apreciación profundamente sensible del carácter, la obra de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660) representa la cima indiscutible del Siglo de Oro de la pintura española.
Nacido en Sevilla pero de origen portugués, Velázquez se convirtió en pintor de la corte de Felipe IV en 1623. Trabajador constante, utilizaba fundamentalmente colores sombríos. En 1628 conoció a Rubens y poco después realizó su primer viaje a Italia. Las obras que creó allí revelan un creciente interés tanto por la gama de colores como por el desnudo masculino.
Velázquez sólo regresó a Italia una vez más a finales de la década de 1640, dónde pintó su célebre retrato del Papa Inocencio X y su único desnudo femenino, la "Venus del espejo". Su grandeza reside quizás en sus estudios empáticos de los personajes, tales como los bufones compañeros de juegos de los niños de la familia real. El desgaste de la piel, la miseria y la mortalidad, así como el envejecimiento del abatido monarca, le preocuparon cada vez más en sus últimos años. El poder, la perspicacia y la técnica brillante de estas pinturas ejercieron una profunda influencia en artistas posteriores tales como Manet, Delacroix, Picasso y Bacon.
El «Werther» supuso con su aparición en 1774, todo un fenómeno de masas: influyó en el lenguaje, en las pasiones y hasta en la moda de multitud de jóvenes. El poderoso hálito romántico de la obra, su belleza formal y su expresión epistolar, calaron hondamente en su época y quedaron para la posteridad como muestra perfecta y conjunción feliz de vida y poesía.
Introducción.
Aclamado por su combinación de realismo con atmósfera y por su apreciación profundamente sensible del carácter, la obra de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez representa la cima indiscutible del Siglo de Oro de la pintura española.
Nacido en Sevilla pero de origen portugués, Velázquez se convirtió en pintor de la corte de Felipe IV en 1623. Trabajador constante, utilizaba fundamentalmente colores sombríos. En 1628 conoció a Rubens y poco después realizó su primer viaje a Italia. Las obras que creó allí revelan un creciente interés tanto por la gama de colores como por el desnudo masculino.
Velázquez sólo regresó a Italia una vez más a finales de la década de 1640, dónde pintó su célebre retrato del Papa Inocencio X y su único desnudo femenino, la "Venus del espejo". Su grandeza reside quizás en sus estudios empáticos de los personajes, tales como los bufones compañeros de juegos de los niños de la familia real. El desgaste de la piel, la miseria y la mortalidad, así como el envejecimiento del abatido monarca, le preocuparon cada vez más en sus últimos años. El poder, la perspicacia y la técnica brillante de estas pinturas ejercieron una profunda influencia en artistas posteriores tales como Manet, Delacroix, Picasso y Bacon.
Aclamado por su combinación de realismo con atmósfera y por su apreciación profundamente sensible del carácter, la obra de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez representa la cima indiscutible del Siglo de Oro de la pintura española.
Nacido en Sevilla pero de origen portugués, Velázquez se convirtió en pintor de la corte de Felipe IV en 1623. Trabajador constante, utilizaba fundamentalmente colores sombríos. En 1628 conoció a Rubens y poco después realizó su primer viaje a Italia. Las obras que creó allí revelan un creciente interés tanto por la gama de colores como por el desnudo masculino.
Velázquez sólo regresó a Italia una vez más a finales de la década de 1640, dónde pintó su célebre retrato del Papa Inocencio X y su único desnudo femenino, la "Venus del espejo". Su grandeza reside quizás en sus estudios empáticos de los personajes, tales como los bufones compañeros de juegos de los niños de la familia real. El desgaste de la piel, la miseria y la mortalidad, así como el envejecimiento del abatido monarca, le preocuparon cada vez más en sus últimos años. El poder, la perspicacia y la técnica brillante de estas pinturas ejercieron una profunda influencia en artistas posteriores tales como Manet, Delacroix, Picasso y Bacon.
Este poema dramático, inspirado en una leyenda medieval, narra la historia de Fausto, un anciano de vastos saberes que, en el ocaso de su existencia, siente la necesidad de ampliar horizontes. Para ello, establece un pacto con Mefistófeles, a quien entrega su alma como moneda de cambio. Las dos partes del Fausto, cuya escritura abarca toda la vida creativa de Goethe, conforman un clásico inagotable de la literatura universal. En él, la filosofía y el arte se dan la mano para representar la inquietud del hombre en busca del saber y la belleza.
El presente volumen recupera la fiel traducción en verso de Pedro Gálvez y la empareja con el texto original en alemán, que Albrecht Schöne fijó para la Deutscher Klassiker Verlag (Insel) y que ha sido considerado de manera unánime su edición definitiva. Completan el tomo, asimismo, un extenso e iluminador prólogo del editor y un apéndice con todos los escritos autobiográficos de Goethe, que atestiguan el extenso y laborioso proceso de escritura de la obra, que va de la década de 1760 a la muerte del titánico poeta en 1832.
Versión de Pedro Gálvez
Edición y prólogo de Albrecht Schöne
Miguel de Cervantes reacciona con sensibilidad a los cambios de su tiempo y aprovecha el potencial de modernización que estos conllevan. El centro de su obra novelesca lo ocupan la construcción y representación de mundos sociales, la mediación de intereses divergentes a través de la comunicación, el juego y la empatía. Así se podrían resumir las reflexiones del hispanista Wolfgang Matzat cuyas investigaciones sobre Cervantes se reúnen en este volumen.