Alberto Bayo y Giroud (1892-1967), militar español nacido en Camagüey (Cuba), de padre español y madre cubana, se formó en la Academia de Infantería de Toledo. Intrépido piloto, fundó el primer aeródromo de España y participó en la guerra de Marruecos. Condenado por escribir panfletos contra la monarquía borbónica, fue rehabilitado por el gobierno republicano. Durante la Guerra Civil española, fue enviado por Companys a Ibiza para combatir la subversión franquista. Envalentonado por su éxito, se lanzó con una escuadrilla contra la isla de Mallorca. Debido a su estrepitoso fracaso, Bayo fue juzgado y retirado del mando. Exiliado en México, reapareció en 1955, junto a Fidel Castro, como responsable del entrenamiento de los revolucionarios cubanos que tomaron parte en la expedición del Granma. Amigo y compañero de ajedrez del Che Guevara, que siempre le consideró su maestro, Bayo escribió un tratado sobre la guerrilla, fuente de inspiración para las obras del propio Guevara. Nombrado general por Castro, Alberto Bayo falleció, tras una intensa vida, en La Habana. Este documentado relato, donde Luis Díez cuenta desde la procedencia de los uniformes que portaban los expedicionarios cubanos, hechos en la trastienda de un sobrino de Bayo en la Gran Vía madrileña, hasta sus increíbles aventuras con viejos aviones por Latinoamérica, permitirá conocer la trayectoria de un hombre nacido para la acción, uno de esos españoles olvidados que merece la pena descubrir.

ESPASA FORUM

A causa de la Guerra Civil un gran número de profesionales de la comunicación se vieron obligados a abandonar España buscando refugio en México. Aquella rama desgajado del periodismo y de la cultura española -durante medio siglo ignorada y silenciada en España-, se injertó en los medios de comunicación mexicana y rindió frutos extraordinarios en las distintas áreas de la actividad informativa. Los periodistas de
mayor edad, aquellos que habían contribuido al salto cualitativo de la prensa romántica y de opinión a la comercial y de información, fueron al destierro a depositar sus huesos. Los más jóvenes realizaron, sin embargo, una dilatada y rica labor en el país de acogida, al que muchos consideraron la «prolongación de su patria»
Luis Díez, periodista y doctor en Periodismo por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, dedica esta obra al rescate y reconocimiento de dicha labor en un trabajo excelentemente documentado pero también emotivo, repleto de episodios insólitos y hechos que, de no haber sido dictados por el guión histórico, pudieran parecer novelescos.
En definitiva, la historia de unos profesionales de la comunicación a los que la sublevación militar y la dictadura franquista borró del mapa geográfico español sin conseguir con ello eliminar su nombre, su obra y su aportación al permanente empeñó de mejorar la sociedad mediante el ejercicio de la libertad de expresión y de la difusión de los conocimientos, ideas y opiniones.

LA BATALLA DEL JARAMA
Fue el mayor episodio bélico por su duración de cuantos se libraron en la defensa de Madrid durante la Guerra Civil entre 1936 y 1939. Desde el 6 al 27 de febrero de 1937, los milicianos, soldados y voluntarios internacionales al mando de los generales Pozas y Miaja, sucesivamente, contuvieron el ataque desencadenado por el ejército de Franco para cortar las comunicaciones terrestres con Levante y obligar a los madrileños a rendirse por hambre y falta de suministros bélicos. En los combates intervinieron 40.000 soldados por cada bando. El saldo de heridos y la pérdida de vidas humanas se estimó entre 15.000 y 18.000 hombres de cada lado. En el valle bajo del río Jarama se luchó en un frente de 18 kilómetros que comprendía desde la Cuesta de la Reina, Titulcia, Ciempozuelos, San Martín de la Vega, Arganda, Morata de Tajuña, Rivas-Vaciamadrid y los cerros de La Marañosa y Coberteras, ya cercanos a Vallecas. En el cielo del Jarama se registró el mayor combate aéreo hasta entonces conocido en España. Los populares “chatos” y “moscas” soviéticos se impusieron a los Heinkel o “Rayos” y a los Junkers de la Legión Cóndor Alemana, que actuaron junto a los Fiat o “chirris” de la Legión Italiana, y su superioridad aérea sólo fue atenuada por la eficacia de las baterías franquistas y por el arrojo de Joaquín García Morato. El duelo de la artillería fue extraordinario. Los franquistas dispusieron de baterías alemanas de 88 milímetros y los republicanos de piezas soviéticas de 76 milímetros y de los carros de combate T-26B, muy superiores a los Panzer alemanes. Del bando insurgente pelearon los marroquíes, los legionarios, los guardias civiles y los falangistas. Con el Ejército Republicano, compuesto por Brigadas Mixtas de milicianos y reclutas, combatieron los voluntarios de las Brigadas Internacionales. Los norteamericanos del Batallón Lincoln tuvieron su bautismo de fuego en la Batalla del Jarama.