www.paquebote.com > José Iglesias Fernández
Reflexion desde una perspectiva política, social y ética sobre las posibilidades y necesidad de consecución de la RB.
En el planeta, es sabido que conviven varios modos de producción, pero el dominante es el capitalismo. La Tierra es la sede central del sistema. A efectos estructurales, podríamos señalar cuatro dimensiones del capitalismo, relacionadas de forma sistémica entre ellas: la económica, la social, la política y la ecológica. En su lógica de desarrollo, el capitalismo las utiliza a todas ellas, siempre con impactos negativos, en unas más que en otras, siempre dependiendo del modelo de acumulación y del momento. Sin embargo, para los ecosocioecologistas, la única dimensión que parece existir y preocuparles es el impacto que puede tener el "ser humano" en la utilización de los recursos naturales, o de la ecología como algo parcial en el planeta. Se denuncia al capitalismo porque preocupa la huella ecológica en la Tierra, que no deja de ser consecuencia de las necesidades de desarrollo del propio sistema; pasan bastante inadvertidas las otras tres dimensiones del sistema como, si dentro de las mismas, fuesen igualmente compartidas por un igual por el ser humano de forma que la convivencia fuese aquí dentro armoniosa; es decir, sin problemas económicos, sociales y políticos entre las poblaciones, o entre las clases sociales, como algunos preferimos considerar estas relaciones.
Son numerosos los autores que se valen del término de RB para referirse a diferentes propuestas sociales, o que usan diferentes términos para referirse a la misma propuesta. El propósito de este trabajo es introducir claridad en el uso de este término, indagando cómo el concepto de RB se ha ido conformando en diferentes propuestas de reparto equitativo de la riqueza y lucha contra la desigualdad social que se han formulado a lo largo de los tiempos.
A pesar de la amnesia política propiciada por la Transición española y de la actual campaña de recuperación de la figura del rey y de la Monarquía como supuestos garantes de la democracia, en los últimos tiempos se han multiplicado las manifestaciones antimonárquicas y, en general, el cuestionamiento del estatus y la legitimidad del rey y la familia real. Las campañas de repulsa a la monarquía, la quema de fotos de Juan Carlos I o los juicios a diversos medios de comunicación por mofarse del actual jefe del Estado y su familia han vuelto a poner el régimen monárquico en tela de juicio, más de tres décadas después de que sucediera al dictador Francisco Franco. Sin embargo, se acostumbra a presentar la República como única alternativa posible a la Monarquía, teniendo siempre como referencia una imagen edulcorada del pasado reciente republicano. Las evocaciones a la Primera y Segunda República españolas tienden a olvidar que, a pesar de los avances que supusieron en materia social o del régimen de libertades generales, los gobiernos republicanos españoles no pasaron de ser regímenes parlamentarios sin vocación real de acabar con las profundas desigualdades económicas imperantes en el Estado español. Tal como analiza José Iglesias en este breve ensayo, los llamamientos en pos de una Tercera República española y otros proyectos republicanos como el preconizado por Julio Anguita no dejan de ser, en lo fundamental, intentos de constituir un régimen similar a las democracias parlamentarias europeas, es decir, un régimen como el que ya padecemos pero sin la figura del rey. En ninguno de estos proyectos se cuestionan las estructuras de propiedad y de reparto de la riqueza, ni los mecanismos de decisión, por lo cual no pueden ser alternativa para nadie que aspire a un cambio radical respecto a las bases del sistema actual. El autor apunta en la dirección del municipalismo como horizonte inmediato de transformación hacia una sociedad descentralizada, con formas de democracia directa y donde se favorezca la economía local, para poder superar la crisis económica y ecológica hacia la que nos arrastra el capitalismo.