Una Barcelona florent, alegre i en moviment va rebre el 17 de juliol de l’any 1920 a Juan Antonio Samaranch, un futur il·lustre barceloní, gran defensor de la cultura de la ciutat. Amant de l’esport des de molt petit, Samaranch va fer tot el possible per promoure’l en cada racó del món. Amb valentia i determinació ho va fer accessible a les dones i a persones de països menys desenvolupats, per a fomentar la cultura, la pau i l’esperit just de les competicions esportives. La seva passió i els seus somnis van convertir a Barcelona en l’amfitriona dels Jocs Olímpics de 1992 i van transformar la Ciutat Comtal per sempre.

Una Barcelona floreciente, alegre y en movimiento recibió el 17 de julio del año 1920 a Juan Antonio Samaranch, un futuro ilustre barcelonés, gran defensor de la cultura de la ciudad. Amante del deporte desde muy pequeño, Samaranch hizo todo lo posible por promoverlo en cada rincón del mundo. Con valentía y determinación, lo hizo accesible a las mujeres y a personas de países menos desarrollados, para fomentar la cultura, la paz y el espíritu justo de las competiciones deportivas. Su pasión y sus sueños convirtieron a Barcelona en la anfitriona de los Juegos Olímpicos de 1992 y transformaron la Ciudad Condal para siempre.

Joaquín Luna hace 35 años que disfruta del oficio de periodista en uno de los últimos grandes periódicos del país: La Vanguardia. Ha visto pasar por la redacción a grandes hombres ?y seis directores, de Sáenz Guerrero a Màrius Carol?, ha sido testigo del paso del periodismo aristocrático (aquella redacción tenía capellán y aún tiene un torneo de tenis) a la encrucijada actual y ha acumulado centenares de anécdotas. Algunas relacionadas con personajes como los emperadores de Japón, Deng Xiaoping, Lou Reed, los últimos gobernadores británicos de Hong Kong, Samaranch, Bill Clinton, los Bush o Chirac, y otras con acontecimientos, como los mundiales de fútbol, los Juegos Olímpicos y unas cuantas tragedias como la del 11-S o Fukushima.

Este es un libro a la manera de Julio Camba, al que no le falta un punto de humor que hace que el lector no se lo pueda tomar del todo en serio, pero tampoco completamente en broma. Que no hace sangre, pero es insípido. Un poco desmitificador. Ágil y sin pretensiones literarias. Y con vida, eso siempre.

«No sabes cómo me alegra el día con su columna.», Juan Marsé

«El escritor más divertido, brillante y mejor peinado de Barcelona.», Milena Busquets

«Con ironía y elegancia, pone la lupa sobre las contradicciones de la autosuficiencia adulta y las paradojas de las relaciones.», Sergi Pàmies

Durante la última década, Joaquín Luna se ha convertido en un personaje de ficción, la voz desacomplejada de la experiencia, periodista de La Vanguardia, dandi de la noche barcelonesa y experto polemista en política y divorcios. Lo ha hecho a través de textos capaces de adentrarse en la contemporaneidad y sus absurdidades sin perder nunca el sentido del humor.

En este libro brilla su estilo para capturar el patetismo de nuestros días, un lugar en el que el pasado y el presente colisionan siete veces en lo que dura un agua con gas. Divertidas, osadas, incómodas, estas páginas son un ejemplo de literatura costumbrista, escritas por un maestro en aquello de meterse en un berenjenal sin arrugarse la camisa.