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Francis Bacon (Dublín, 1909-Madrid, 1992) se sentía en Francia como en casa. Es aquí donde conoce y admira la obra de Picasso, Degas, Courbet, Soutine, Bonnard o Rodin, entre otros. Gran conocedor también del arte de los grandes maestros españoles, su relación con la cultura española se manifiesta principalmente en su
obsesión por el Retrato del Papa Inocencio X, realizado por Velázquez en 1650. Zurbarán, El Greco o Goya, cuyas obras pudo admirar en el Museo del Prado de Madrid, también influyeron de manera evidente (y a veces no tanto) en su
trabajo artístico.
Sir Gawain and The Green Knight is probably the most skilfully told story in the whole of the English Arthurian cycle. Acclaimed poet Keith Harrison's verse translation uses a modern alliterative pattern which subtly echoes the music of the original at the same time as it strives for fidelity. This is the most generously annotated edition available, complete with a detailed introduction situating the work in the context of Arthurian Romance.
Cuando Kathryn Harrison tenía seis meses, sus padres se divorciaron. Eran casi unos niños, pues el suyo había sido un encendido romance juvenil, destruido por las incertidumbres de la adolescencia, las diferencias sociales y las presiones familiares. Kathryn fue criada por sus abuelos, personas muy responsables pero también padres terribles, que nunca aceptaron que su hija se independizara e iniciara su propia familia. La niña creció obsesionada por esa bella madre adolescente, casi siempre dormida o ausente, y por ese padre al que sólo vio dos o tres veces en muchos años y que, todavía fascinado por su ex esposa, nunca hizo caso de su hija. Y cuando Kathryn tiene veinte años, se produce el reencuentro. El padre sólo tiene treinta y nueve años, y en un aeropuerto, tras una peculiar reunión familiar, se despide de su hija con un largo, húmedo y muy poco paternal beso. Así comienza para la joven una larga temporada en los infiernos de la pasión familiar, donde el incesto es una prisión excitante y atroz, el escenario de un oscuro juego de poderes donde padre e hija, bajo la máscara del amor loco, son víctimas y carceleros que intercambian sus papeles, y quizá sólo dos de los vértices de un triángulo desesperado con la mujer que los ha seducido a ambos para siempre. En La filosofía en el tocador, el marqués de Sade alababa las delicias del incesto, pero para Kathryn Harrison, la autora de estas terribles, hipnóticas, revulsivas memorias, la relación con su padre y también con su madre, y con el siniestro pero imprescindible ámbito de la familia, no es sino una larga temporada en la locura, un deambular en un limbo asfixiante, del que deberá escapar para poder sobrevivir.
Bigelow tiene una obsesión: la meteorología. Es 1915, y la posibilidad de que Estados Unidos entre por fin en la guerra ha acelerado la construcción de un ferrocarril para transportar el carbón y los diamantes de Alaska. Pero el ritmo de los trabajos dependerá de una acertada previsión del tiempo, y Bigelow parte hacia Anchorage. Nada lo ha preparado para la soledad de esa ciudad ni para su encuentro con la solitaria aleutiana, descendiente de los antiguos pobladores de la península, con quien comienza una extraña relación. Ella nunca habla, tal vez porque todo lo que ella quiere decir lo expresa con su sexo. Bigelow ahora tendrá dos obsesiones: la meteorología y la mujer de nieve...