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Otro viaje en el tiempo del topo Felipe, esta vez a los juegos olímpicos de la Antigua Grecia.
El topo Felipe se reencuentra con sus queridos Quique y Teo. En el cole se celebran unas jornadas deportivas con el motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos. Felipe les cuenta que las olimpíadas ya se celebraban en la Grecia clásica. Con el reloj mágico deciden viajar hasta la primera edición de los juegos, en el 396 a.C. en la ciudad de Olimpia. Una vez allí, los tres amigos conocerán a Corebus, el auriga de la princesa Cinisca, y a Perla, su yegua. Perla está enferma y no puede competir en la carrera, pero Felipe ayudará a que se recupere.
El topo Felipe vuelve a visitar el jardín de sus amigos Quique y Teo y les propone viajar en el tiempo hasta el antiguo Egipto. Con la ayuda de un reloj mágico, vivirán una aventura en el tiempo, entrarán en una pirámide y ayudarán a la hija de los faraones a encontrar a su gato, un animal sagrado. Además, aprenderán el secreto de las letras egipcias, los dibujos que hablan: los jeroglíficos.
Felipe es un topo que aparece en el jardín de la casa de Quique y su hermano pequeño, Teo. El topo les explica que hace mucho rato que corría por los túneles y galerías que había hecho bajo tierra y que no conseguía encontrar el camino hacia su casa. Resulta que todos los agujeros tenían alguna trampa. Felipe está muy triste y Quique y Teo le quieren ayudar. Para eso tendrán que bajar bajo tierra. Junto a Felipe, los dos hermanos vivirán una aventura subterránea, descubrirán todo un mundo y cuando vuelvan a subir a la superficie serán conscientes de lo que hay bajo sus pies y lo importante que es respetarlo.
Quique y Teo acaban de volver de Roma de vacaciones, y el topo Felipe los espera impaciente en el jardín. Gracias a su reloj mágico, esta vez podrán viajar hasta la Roma de la Antigüedad! Una vez allí, los tres visitarán los diferentes lugares de la ciudad y conocerán las construcciones más emblemáticas.
Además, también aprenderán que, en la época de los romanos, las letras también servían para contar, y ayudarán a Marcos, el hijo del cónsul, a encontrar las letras desaparecidas que alguien ha escondido en diferentes sitios de la ciudad.