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Bibliomanía transcurre en Barcelona. Es un relato de misterio y un gran tributo de Flaubert al libro en sí, al libro como objeto, a través de su protagonista, el enigmático Giacomo, quien vive solo por y para los libros, y es capaz de llevar su pasión hasta el límite. Un relato de juventud ideal para acercarnos al gran autor francés, de la mano de las ilustraciones de Marcos Morán.
Gustave Flaubert nació en Ruan en 1836 y murió en Croisset en 1880, en Francia. Desde muy joven dedicó toda su atención a la literatura y llegó a ser uno de los mayores escritores de Francia. Su obra sigue siendo fundamental dos siglos después. Se le considera uno de los padres de la novela moderna.
Madame Bovary es, sin lugar a dudas, una de las novelas más importantes de la literatura universal. Su publicación en 1856 suscitó un proceso por ofensa a la moral pública y a la religión, del que Flaubert salió absuelto. Favorecida por el escándalo, la novela inició a partir de ahí su camino a la gloria, que el paso del tiempo no hace sino acrecentar.
• Gustave Flaubert (1821-1880) está considerado como uno de los más grandes novelistas de todos los tiempos. Figura puente entre el romanticismo y el realismo, dio una estructura definitiva a la novela, género todavía vacilante y ambiguo, elevándola a la categoría de los géneros clásicos.
Bibliomanía transcurre en Barcelona. Es un relato de misterio y un gran tributo de Flaubert al libro en sí, al libro como objeto, a través de su protagonista, el enigmático Giacomo, quien vive solo por y para los libros, y es capaz de llevar su pasión hasta el límite. Un relato de juventud ideal para acercarnos al gran autor francés, de la mano de las ilustraciones de Marcos Morán.
Gustave Flaubert nació en Ruan en 1836 y murió en Croisset en 1880, en Francia. Desde muy joven dedicó toda su atención a la literatura y llegó a ser uno de los mayores escritores de Francia. Su obra sigue siendo fundamental dos siglos después. Se le considera uno de los padres de la novela moderna.
NOVELA. CUENTO. NARRATIVA.
«Yo celebro que Emma Bovary -ha escrito Vargas Llosa- en vez de sofocar sus sentidos tratara de colmarlos, que no tuviera escrúpulo en confundir el cul y el coeur, que, de hecho, son parientes cercanos, y que fuera capaz de creer que la luna existía para alumbrar su alcoba.» No han dejado de correr ríos de tinta en torno a La señora Bovary, que la editorial Alba reedita en una nueva traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Defendida en su día por Baudelaire y Sainte-Beuve, reivindicada por Zola y el naturalismo, rescatada por Sartre y los autores del nouveau roman, admirada por Nabókov, es aún hoy un modelo central de lo que debe y no debe ser una novela. La historia de un adulterio en una ciudad de provincias, sin grandes personajes ni ambientes fastuosos, tuvo un aspecto tan realista que las instituciones se vieron agredidas y abrieron un proceso judicial contra el autor, del que saldría absuelto y que le reportó una fama sin precedentes. La señora Bovary es el resultado de la observación científica de la realidad. Un libro exhaustivamente documentado hasta el menor detalle, para ser considerado, por Zola por ejemplo, como el verdadero fundador de la novela naturalista.
Gustave Flaubert nació en Ruán en 1821. En 1843 empezó a escribir la primera versión de lo que luego sería La educación sentimental. En 1851 inició la redacción de La señora Bovary, que se publicaría cinco años después, acarreándole un proceso judicial del que saldría absuelto. El proceso, sin embargo, aseguró el éxito del libro. Publicaría luego la novela histórica Salambó (1862), la versión definitiva de La educación sentimental (1869), La tentación de San Antonio (1874) y Tres cuentos (1877): los únicos textos, de las más de ocho mil páginas que escribió, que permitió, en su afán perfeccionista, que vieran la luz pública. Murió en 1880 en Canteleu.
«Será el primer caso, creo, de novela en que se hace burla de la heroína y de su galán. Pero la ironía no perjudica al pathos; al contrario, la ironía subraya el aspecto patético», escribió Gustave Flaubert en el largo proceso de redacción (1851-1856) de La señora Bovary. Alarmados por su «invencible tendencia al lirismo», algunos amigos le habían aconsejado centrarse en «un tema banal, uno de esos sucesos que abundan en la vida burguesa». Al final, tanta sujeción al «tema banal» y tanta refutación del «lirismo», volcadas en la historia de un adulterio en una ciudad de provincias, escéptica ante el espíritu romántico tanto como ante el científico, le valieron un proceso por «ofensa a la moral y a la religión». No han dejado desde entonces de correr ríos de tinta en torno a La señora Bovary, que hoy presentamos en una nueva traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Defendida en su día por Baudelaire y Sainte-Beuve («Flaubert maneja la pluma como otros el escalpelo»), reivindicada por Zola y el naturalismo, rescatada por Sartre y los autores del nouveau roman, admirada por Nabókov por su «incomparable imaginación plástica», es aún hoy un modelo central de lo que debe y no debe ser una novela.