Primera advertencia: En este libro no hay explicaciones ni porqués. Si los hubiera, ninguno de estos relatos existiría. Segunda advertencia: Quien busque certezas que cambie de libro. Aquí solo hay dudas y preguntas. Palabras que no se dicen y muy pocas seguridades, o solo una: quien busca una verdad para apuntalar la vida, se equivoca. Estas páginas las llenan pequeñas cosas, escenas cotidianas que les ocurren a gente. Hay mujeres que miran atrás. Hombres que vuelven para no quedarse. Niños que esperan a un padre que llega tarde. Parejas que se enamoran pero que ya no se acuerdan de cómo darse la mano a través de una mesa repleta de vasos, cafés y guías turísticas. Una mesa que bien podría ser la vida. También hay palabras, pero sobre todo de esas que no se dicen. Silencios y pérdidas que se arremolinan, como la hojarasca, alrededor de piscinas que los días han llenado de desperdicios. Porque no hay nada más inútil que una piscina vacía. Todas ellas son historias que lidian con la incertidumbre, el desengaño o el amor. Con la inutilidad de lo que ya no vuelve porque esa sí, perdón, me olvidé, esa es la única certeza que tenemos.