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La pista de un crimen ha sido considerada la novela más fascinante de la última etapa de Wilkie Collins. Valeria Woodville descubre un inconfesable secreto que empaña el pasado de su esposo y que ahora amenaza con separarlos. ¿Cuál era la causa de la ex- traña actitud de la Sra. MacAllan hacia su hijo? ¿Qué maldición perseguía al apuesto joven? Alentada por su amor, Valeria se dedicará en cuerpo y alma a in- vestigar la verdad para restituir el honor de Eustace y salvar su matrimonio.
El Roger Collins estudia aquí una época crucial de la historia de España, en que coincidieron la edad de oro de al-Andalus, cuando Córdoba se convirtió en una de las grandes ciudades del mundo civilizado, y la expansión en el norte de los reinos cristianos de Asturias, León y Navarra, de Castilla y de los condados pirenaicos. Empeñado en ofrecernos una visión crítica, Collins deja al margen los tópicos y leyendas habituales, y se dedica a examinar lo que dicen las fuentes de la época, incluyendo los escasos documentos originales que se han conservado, para mostrarnos la debilidad interna del califato o iluminar aspectos de la sociedad y la vida de los cristianos del norte.
• Roger Collins fue miembro del Institute for Advanced Studies in the Humanities de la Universidad de Edimburgo, y en la actualidad (2013) es fellow en la School of History, Classics and Archaeology de la misma universidad. Ha publicado extensamente acerca de la historia medieval española y europea, y entre sus obras figuran La conquista árabe, 710-797 (Crítica, 1989), La España visigoda, 409-711 (Crítica, 2005) y, más recientemente, Los guardianes de las llaves del cielo: Una historia del Papado (Ariel, 2009).
• Colección: Hª España Lynch.
5ª Edición.
La llegada a The Glen Tower de Jessie, joven ahijada de Griffith, un anciano caballero inglés que comparte esta casa de campo con sus dos hermanos, también viejos y solos en el mundo, hace que la vida de estos caballeros se ponga súbitamente patas arriba. Lo que en principio no parecía más que un estorbo acaba convirtiéndose en una auténtica aventura, ya que los tres ancianos tendrán que ingeniárselas para que su invitada, una joven vivaracha y algo superficial, prolongue su estancia en su hogar. Con este fin, urden un plan magistral: entretener a la muchacha contándole una historia diferente cada noche, como si de un moderno «Decamerón Victoriano» se tratase.
Y así, la trama principal, con la hermosa campiña inglesa como telón de fondo magníficamente descrita, sirve para desgranar diez narraciones distintas en las que el autor despliega su gran maestría literaria al tocar todo tipo de géneros, desde la novela de misterio al folletín, pasando por el cuento moral o la narración humorística.
La reina de corazones es una novela de novelas, un fascinante juego literario de muñecas rusas, que divierte, intriga, sorprende y, sobre todo, fascina.
«El maestro de la vicisitud, de la patética zozobra y de los desenlaces imprevisibles.» (Jorge Luis Borges).
«No hay novelista de nuestra época que no pueda aprender algo de Collins sobre el arte de interesar al lector.» (T.S. Eliot).
• Wilkie Collins nació en Londres en 1824. Muy joven entra como aprendiz en una empresa de comercio de té, que abandona pronto para dedicarse a la literatura, campo en el que rápidamente alcanza el éxito. Considerado uno de los padres de la narrativa policíaca, durante sus sesenta y cinco años de vida escribió veintisiete novelas, y más de cincuenta historias cortas. Fue amigo íntimo de Charles Dickens desde que se conocieron en marzo de 1851, fecha en que comenzó una fructífera colaboración. Sus novelas de misterio La dama de blanco (1860), y la policíaca La piedra lunar (1868) están consideradas obras cumbres en sus respectivos géneros.
Aquejado de «gota reumatoide», se aficionó al consumo severo de láudano. Como resultado de esta adicción, experimentó durante toda su vida alucinaciones paranoides; por ejemplo, declaraba que se encontraba constantemente acompañado de un doble suyo, invisible para todos los demás, que él apodaba «el Fantasma Wilkie». Collins nunca se casó, pero vivió, a temporadas, con la viuda Caroline Graves. Además, tuvo tres hijos con otra mujer, Martha Rudd. En 1870, volvió definitivamente con Mrs. Graves y, hasta su muerte, en 1889, complementó ambas relaciones.