Libro de clara vocación didáctica. Se centra en primer lugar en unas consideraciones sobre la relación de la historia con la novela histórica. Desde una perspectiva metodológica se aborda la problemática de la divulgación histórica en tanto que inexcusable compromiso social del historiador, las diferencias y concomitancias de la divulgación con la novela histórica y la historia novelada, y los peligros de la tentación best-selleriana que acecha en estos subgéneros en unos momentos de facilidad editorial. Luego, se ofrece una síntesis del “ciclo falsario de Granada”: los Libros plúmbeos y los fraudes de la Alcazaba, y su relación de continuidad inexcusable como partes de un proceso único de casi dos siglos. En fin, se aborda, como centro de la cuestión, el análisis histórico/literario de las nueve novelas que en las dos últimas décadas se han publicado sobre las falsificaciones de Granada. Se concluye que no siempre se alcanza el nivel exigible a este subgénero, bien por falta de una documentación de base suficiente, bien por insuficiencia creativas en lo literario, siendo como es el ciclo falsario una auténtica cantera de argumentos y personajes novelísticos de primer rango. Acaso por la indefinición de los autores en los objetivos, ¿divulgación histórica, creación literaria?, por falta de una reflexión previa suficiente.

Este pequeño volumen en una síntesis divulgativa del universo falsario granadino nacido de las invenciones plúmbeas de fines del siglo XVI, sostenido por la férrea voluntad del arzobispo Pedro de Castro y la multitud de apologistas que le siguieron. Los "libros plúmbeos" (1588-1599), característicos falsos cronicones, encontraron instrumentación seriada en las historias eclesiásticas del siglo XVII, en los defensorios del XVIII y en los fraudes de la Alcazaba de 1754-1763. Con el Sacromonte, legatario castriano, como inductor impenitente, y la connivencia de las instituciones capitalinas, se creó una imagen martirial de Granada, cerradamente contrarreformadora, centrada en la hasta entonces difusa de San Cecilio, al servicio del logro de la primacía en la iglesia hispana y orientada a suplantar la Granada "demasiado islámica" forjada en los casi nueve siglos precedentes de lucha y/o coexistencia con el mundo musulmán. El profesor Barrios Aguilera aborda la deconstrucción de un mito que intereses eclesiales y localistas perpetúan- Lo hace a partir de sus propias monografías y de una investigación, cada día más crítica y exigente, que ocupa a un número creciente de estudiosos nacionales y extranjeros.

La guerra de las Alpujarras comienza con la tortura y muerte de unos cientos de cristianos viejos en la Nochebuena de 1568 y días inmediatos. Era la consecuencia primera de explosión de ira de los moriscos duramente oprimidos, explotados y vejados durante las ocho décadas precedentes... Son hechos que narraron con puntualidad los cronistas, especialmente Luis del Mármol Carvajal, y luego un sinfín de historiadores, y por tanto de sobra conocidos.
Lo que este libro propone no es la recreación de aquellas "Navidades de Sangre", sino el develamiento ?mediante un estudio crítico y desmitificador? del montaje martirial que con el acceso al solio arzobispal granadino de don Pedro de Castro va a presidir la vida religiosa granadina durante su pontificado y los siglos inmediatos. Empeñado este notable prelado en la creación de un paradigma católico que además de borrar los siglos de dominación musulmana legitimara la alta progenie de la "Iglesia restaurada" y su primacía hispana, no dudó en sumar a las invenciones sacromontanas, libros plúmbeos y reliquias, cuantos elementos fueran necesarios en el fortalecimiento de su ideal. Los todavía recientes "martirios" ?así se conceptuaron desde el primer instante? alpujarreños actuarían de cordal idónea con los de la Antigüedad granatense, por su rotunda proximidad... Nació de esta manera un programa recristianizador que tuvo enseguida entusiastas continuadores y que ha llegado hasta nuestros días con causal recurrencia. En las Alpujarras, solar de los hechos, y en el fluido momento de la repoblación, creó una suerte de "mentalidad martirial" que fue aprovechada por los herederos de aquellos mártires como medio de medra; pero también marcó de forma indeleble la religiosidad de la comarca en sus creencias, ritos y advocaciones, hasta el punto de constituirse en uno de los grandes pilares de su identidad, reforzando la tradicional pugna entre realidad histórica y mitología que aprisiona a esta singular comarca.

1ª edición.

“Cada generación tiene que escribir la Historia de nuevo”, llegó a sugerir genialmente Goethe en una frase que ha dado la vuelta al mundo y ha sido suscrita por infinidad de historiadores que huyen del dogmatismo como del fuego. Porque —además de los avances investigadores que fuerzan siempre a nuevos planteamientos— en esta idea se defiende, más que la posibilidad, la segura probabilidad de que las perspectivas de los distintos presentes —que se suceden sin descanso alguno— van cambiando para los historiadores y obligan, por tanto, a un cambio también en la manera de ver y hacer la historia. En una palabra, hoy se prefiere hablar más de conocimiento relatiVo que de verdades absolutas en la historia, lo que no debería rasgar las vestiduras de nadie cuando se sabe que hasta en las ciencias exactas el relativismo de Einstein fue un logro científico de primerísima magnitud.

Llamamos Reino de Granada a una formación política vigente desde 1231 hasta 1492, gobernada por los soberanos nazaritas; último residuo de aquel al-Andalus que designaba la totalidad de la España islámica; continuó dentro de sus límites en calidad de reino cristiano integrado en la fabulosa constelación regida por los Reyes Católicos, y luego por Austrias y Borbones, hasta la reorganización territorial marcada por la división provincial de 1833. Retrocediendo en el tiempo, su antecedente más claro fue el reino de taifas liderado por la dinastía beréber de los Ziríes en el siglo XI. Más allá de esta fecha los precedentes son menos claros; lo que hoy llamamos Andalucía Oriental o Alta Andalucía tiene unos límites bien definidos en la costa mediterránea por el sur y en el Valle Bético por el oeste, pero al norte la comarca de Los Montes se adentra en la actual provincia de Jaén; precisamente, los Nazaríes procedían de Arjona, y en las últimas fases de la Edad Media las luchas más encarnizadas entre granadinos y castellanos se produjeron en esa zona de contacto entre las Subbéticas y la campiña jiennense.