978-84-9877-585-3
El jardín de las letras. Lectoescritura. Primeras consonantes. «Lectoescritura Pauta»
Mª DOLORES CAMPUZANO VALIENTES
Editorial: Algaida Fecha de publicación: 17/03/2016 Páginas: 48Formato: Rústica, 30,5 x 24,5 cm.
Escribo desde que sé escribir. Le escribía a mi alma hasta que encontré al amor, le escribí al único amor hasta que fui capaz de encontrarlo en multitud de corazones, le escribí al amor sin nombres ni apellidos y cuando no lo tuve me lo inventé.
Escribo con las tripas; no llenas, sino fuera.
Escribo hasta que sale algo de poesía, o no sale nada, en cualquier caso es mejor que pegarse un tiro o planchar una tarde de domingo.
Me fijo en cosas pequeñas, en mí mismo, me quiero pero a veces no me soporto, y tengo muchos errores, y seguidos, y algunos no quiero dejarlos.
A veces creo que todo lo que ocurre parece una tragicomedia, España se explica con Berlanga, Gila y Buero Vallejo.
Lo único que está globalizado es la pobreza.
La poesía es una escalera que cruje, un quedarte a centímetros de decir algo claramente, algo que no te das cuenta de lo que es hasta que alguien te da un beso con su lectura o te cierra y deja de saludarte.
Que os entretenga este rato, y la vida, y que podáis tener a alguien cerca, buscadlo, no es bueno estar solo, porque una mala tarde la tiene cualquiera.
Noche de difuntos. Un oscuro anfitrión apodado Lubricán organiza un banquete para conmemorar la muerte del fundador de la Academia de los Nocturnos en el que cada comensal, identificado por el apodo que llevaban los académicos -Silencio, Miedo, Sombra, Sueño, Tinieblas...-, deberá improvisar una historia sobre la <<última visita>>. Presos contumaces de la Inquisición, mercaderes tentados por el diablo, bailarinas suicidas en el París de la Belle Époque o el único amor verdadero del seductor Casanova reviven en los labios de los narradores a la espera del premio prometido por Lubricán, un regalo envenenado capaz de cambiar el destino del protagonista... y del lector. Una tirada de dados es un homenaje al arte de narrar, al ingenio de las tertulias, a la inagotable fantasía de los contadores de historias, capaces de hipnotizar al lector y hacerle olvidar el transcurso del tiempo.