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Edición de Santiago Fernández Mosquera y Abraham Madroñal Durán
Incluye Sátiras mayores:
Sueños y discursos
Discurso de todos los diablos
La Hora de todos y la Fortuna con seso
Historia de la vida del Buscón
y
Sátiras breves:
Premáticas, cartas y otras sátiras.
Muchas son las dificultades a las que se enfrenta el editor moderno a la hora de abordar la publicación de la prosa quevediana, en su mayoría, derivadas de las múltiples versiones impresas y manuscritas que circularon de sus obras. Por ello hemos confiado la labor a dos grandes especialistas en el autor, Santiago Fernández Mosquera y Abraham Madroñal, que se encargan de compilar en este primer volumen el conjunto de sus textos burlescos. Ningún género literario le fue ajeno a este gran escritor barroco que a pocos lectores deja indiferente. Una personalidad poliédrica en la que el sarcasmo misógino convive con el servilismo o la denuncia feroz de la corrupción de los poderosos. Cultivó todos los registros que la lengua le ofrecía, del más plebeyo al más erudito, y tanto en su prosa seria como en la de carácter festivo se aprecia la sátira amarga derivada de un pensamiento en el que lo cristiano y lo estoico van de la mano. Como caballero de Santiago y cristiano viejo, Quevedo censuró las aspiraciones del pícaro Buscón por salir de su estamento social y no tuvo reparos en criticar la hipocresía de las distintas profesiones de la época en los Sueños y el Discurso de todos los diablos. Como se puede apreciar en muchas de las premáticas que aquí se incluyen, los vicios literarios propios de la poesía culterana y las mujeres bachilleras también fueron objeto de su sátira, además de hacerse evidente su insuperable ingenio para manejar lo vulgar en tono de parodia. En definitiva, el presente volumen despliega todo el abanico de registros satíricos de uno de nuestros clásicos incuestionables del Siglo de Oro.
De Don Francisco de Quevedo y Villegas sabemos que nació en Madrid, en el seno de una familia aristócrata de la Corte, que estudió en Alcalá en 1596, pero se graduó en Valladolid, donde ya se le reconocía el talento, pues Pedro Espinosa publicas algunos poemas suyos en Flores de poetas ilustres (1605). Pero poco más se sabe de su infancia y mocedad, salvo que regresó a su ciudad natal, donde participó en las Academias literarias y empezó a escribir poemas metafísicos y burlescos, mientras se ganaba la amistad de los nobles, como la que mantuvo con el duque de Osuna, al que acompaña como secretario a Italia en 1613, y de quien obtendrá el hábito de Santiago por su fidelidad. Pero Quevedo también fue un hombre de acción envuelto en las intrigas más importantes de su tiempo. La caída de Osuna, por asuntos de espionaje político, le costó el destierro, en 1620, a la torre de Juan Abad, pero esta no sería la última ocasión en que sufrió encierro. De los poetas del Siglo de Oro Quevedo es el más imaginativo y el que domina con más ingenio el idioma. Era docto en teología y conocedor de lenguas clásicas y modernas. Destacaba por su gran cultura y por la acidez de sus críticas. Entabló buenas relaciones con Lope y con Cervantes, pero su enemistad con Góngora, el otro gran poeta barroco español, durará toda su vida y producirá poemas cruzados en los que se atacan mutuamente.