978-84-9716-906-6
SOBRE MARIONETAS, JUGUETES Y MUÑECAS
BAUDELAIRE, CHARLES / RILKE, RAINER MARIA / VON KLEIST, HEINRICH
Editorial: José J. Olañeta Editor Fecha de publicación: 12/09/2014 Páginas: 88Formato: Rústica
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ENTRE todos los poetas modernos, Charles-Pierre Baudelaire (París, 1821-1867) ocupa un lugar privilegiado. Es quien mejor ha sobrevivido a su tiempo y quien mayor influencia ha ejercido sobre la poesía posterior.
Más allá de los indiscutibles valores éticos, estéticos y metafísicos, que ostenta en alto grado, Baudelaire consiguió imprimir un giro copernicano a la añeja actividad poética, acercando el escenario del arte al teatro de la vida.
Su único libro de poemas, Les fleurs du mal, y su réplica en forma de poemas en prosa, Le spleen de Paris, que ahora presentamos a los lectores en nueva y acendrada versión, plasmaron literariamente ese cambio.
El mundo de las grandes ciudades, el de los Tableaux parisiens, se convierte aquí en la preocupación dominante del poeta maldito, que nos legó algunos de los pensamientos más hondos y sugerentes sobre el mundo moderno.
Después de las numerosas aportaciones poéticas y literarias de Baudelaire, ni la realidad representable, ni el sujeto creador, ni la obra creada, ni siquiera el lector de poesía, volverían a ser los mismos de antes.
EL poeta moderno desarrolla habitualmente una doble vida: la del hombre y la del poeta. El primero es el individuo particular al que le suceden las cosas. El segundo es el sujeto específico que convierte en poesía los sucesos de la indiscernible trama vital, en virtud de un empleo original del lenguaje ordinario. En el caso concreto de Charles Baudelaire (París, 1821-1867), tuvo que afrontar una vida agitada, intensa, decididamente orientada por su actividad poética, para transformar radicalmente los hábitos, la teoría y la práctica de la lírica moderna, y para seguir interesando con sus obras a las generaciones sucesivas. El autor de Las flores del mal puso de manifiesto una nueva actitud frente al bullicio de las aglomeraciones urbanas, no sólo como realidad física, sino también como objeto de arte, al tiempo que buscaba una nueva manera de contar consigo mismo, en tanto sujeto viviente y en cuanto conciencia artística. Fascinado y repelido por el destino del hombre moderno, el hombre de las grandes ciudades, frente a una realidad impredecible que no controla, cubrió el abigarrado paisaje urbano con una amplia, inquietante y sugestiva constelación de signos, en cuyos resplandores mortecinos aún podemos reconocernos. MANUEL NEILA