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Al iniciarse las Germanías, el italianismo de cariz cuatrocentista ya había dejado en Valencia obras cimeras de la pintura hispana que iban a influir en sus talleres de forma decisiva. A las llegadas de Niccolò Delli en 1469 o Paolo da San Leocadio y Francesco Pagano en 1472 les sucedió la de Fernando Llanos y Fernando Yáñez de la Almedina en 1506, mientras se finalizaba el retablo de plata de la catedral de Valencia por el orfebre pisano Bernabeo di Tadeo di Piero de Pone entre otros colegas locales, además de un formidable elenco de obras importadas de las que conocemos solo algunas, como las que –a título de ejemplo– eran poseedores los Borja, los duques de Segorbe y el marqués del Cenete, o se trajo de la península transalpina el embajador Vich, que, por su novedad, debieron de causar también un impacto no menor en la dinámica gremial autóctona.
En estos días de preocupación más que justificada por una pandemia letal se oyen a menudo dos preguntas: ¿saldremos de ésta? y ¿qué habremos aprendido para el futuro? Y sí, saldremos de ésta, aunque muchos quedarán ?o quedaremos? por el camino, porque todas las epidemias se han superado mal que bien. Pero lo que sucederá en el futuro dependerá en muy buena medida de cómo ejerzamos nuestra libertad, si desde un ?nosotros? incluyente, o desde una fragmentación de individuos en la que los ideólogos juegan para hacerse con el poder. Es en este punto donde demostraremos que hemos aprendido algo.
Por primera vez en la historia el género humano se ve confrontado con retos universales y tiene que responder desde distintas instancias, una de ellas, la ética, porque es la que se ocupa de los fines. No basta entonces, aunque son necesarias, las normas y costumbres morales de los niveles micro de las sociedades, es necesaria, por primera vez en la historia una ética para el macronivel, que se haga cargo de los fines comunes de la humanidad: una ética cosmopolita.
Adela Cortina, catedrática de Filosofía y premio Nacional de ensayo 2015, argumenta que en estos tiempos de pandemia nos encontramos frente a una catástrofe social y económica que requiere una ética potente. No sólo la mano visible del Estado, no sólo la mano invisible de la economía sino, y muy especialmente, la mano intangible de las virtudes cívicas y de un êthos democrático que nos ayude a hacer frente a esta situación excepcional.
En Ética cosmopolita la autora propone diseñar una ética desde el sentido de la justicia, desde la indeclinable aspiración a la libertad y desde la compasión, que es el verdadero camino del corazón humano.
Nuestro tiempo es tiempo de modestia: época light. La reflexión huye de los grandes sistemas y la acción de las grandes empresas. ¿Quién ambiciona ya descubrir la verdad, alcanzar el bien, practicar la justicia? ¿Quién pretende poseer el secreto de la felicidad?
Pequeñas verdades, minúsculos bienes, fragmentos de justicia, retazos de felicidad nos ayudan, si no a «vivir bien», en el hondo sentido de los clásicos, al menos a «pasarlo bien»: a pasarlo lo mejor posible.
Y, sin embargo, las preguntas por la rectitud y la justicia, por la legitimidad del poder y la esperanza de salvación continúan pidiendo respuesta a una cultura que precisa contestarlas pata recobrar su sentido.
Abordar tales cuestiones es el propósito de este libro. Para ello se interna en ese ámbito del saber llamado «práctico», desde las cuatro dimensiones que lo configuran: moral, política, derecho y religión. Desde ellas se alumbra hoy, si no una ética de máximos -una ética del ethos y la felicidad, como la que Aranguren, prologuista del libro, nos regaló hace tiempo-, una ética de mínimos; si no una magna moralia, una ética mínima. Pero una ética que se resiste a renunciar a lo mejor que hemos aprendido tras siglos de historia: el valor de la autonomía humana y la necesidad de un consenso -entendido como concordia, no como estrategia- para la organización de la vida jurídica y política.
«En el principi la set i la sal té quatre parts ben definides: I. Arraps de sal, II. Infinita set, III. Set d'aigua i IV. Desfent la sal. Cadascuna d'elles ens capfica en l'al·legoria que representen. La poesia de Maria Carme Arnau apareix com una profunda elegia vessada sobre un paisatge d'ombres on palpita la transcendència, o el desig de copsar-la més enllà de la pròpia experiència. I la inquietud no acaba d'esborrar-se en la llarga observació dels dies, amb els versos lliures que conformen un discurs unitari a pesar de les divisions formals que l'autora esgrana en capítols. Un poemari que cal llegir sense pressa per integrar la seua substància a la pròpia del lector.»
Del pròleg del llibre d?Emili Rodríguez-Bernabeu
Aquest nou llibre de poemes de M. Carme Arnau és un treball estimulant per la seva extensió i per la seva qualitat. Un llibre molt esperat pels amants de la bona poesia. Maria Carme Arnau i Orts és una autora molt reconeguda dins de la poesia valenciana, amb molta obra de qualitat publicada i amb força seguidors dels seus llibres. És una poeta de gran consideració entre els ambients culturals i universitaris de tot l'àmbit de la llengua.
Joan de Joanes ha vuelto a renacer con el nuevo milenio a la luz de renovadas aproximaciones a su personalidad en forma de catálogos, artículos y algún que otro capítulo de libro o monografía. Un estado de la cuestión que, independientemente de las investigaciones que se siguen llevando a cabo, sugiere e invita a una relectura a través de algunas de sus obras maestras, aquellas que precisamente explican y a la vez resumen sin ambages su verdadera impronta en la centuria a la que perteneció, así como su dimensión en el contexto histórico-artístico contemporáneo. Joanes no fue el mejor pintor del siglo XVI, español, pero sí el mejor pintor español del siglo xvi, solo superado por el Greco, por otro lado un artista cretense formado en Venecia que desarrolló en Toledo lo más sublime de su creación.