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Análisis de los tipos penales que protegen específicamente la libertad sexual de los menores, con especial atención a la jurisprudencia y a la doctrina de la Fiscalía General del Estado. - Grooming (art. 183.1). - Sexting (art. 183.2). - Difusión de pornografía entre menores (art. 186). - Prostitución y corrupción de menores (art. 188). - Los delitos de pornografía infantil (art. 189).
La Federal, como generalmente se la conoce, remite a la experiencia histórica que España vivió en 1873 tras el abandono del trono por parte de Amadeo de Saboya. A lo largo de un año tumultuoso, la Primera República española intentó articular un orden democrático que, bajo la forma de república federal, trató de revisar los principios y prácticas del liberalismo español del momento. En medio de una compleja situación internacional, y con tres conflictos simultáneos –guerras cubana, carlista y levantamiento cantonal– las diversas corrientes del republicanismo español abordaron desde concepciones a menudo divergentes como reformular el modelo de Estado y nación ensayado por el liberalismo decimonónico. Su frustración nos legó la imagen de una utopía que marcó de forma intensa los componentes antifederales de la cultura política de gran parte de los españoles hasta nuestros días.
En estos días de preocupación más que justificada por una pandemia letal se oyen a menudo dos preguntas: ¿saldremos de ésta? y ¿qué habremos aprendido para el futuro? Y sí, saldremos de ésta, aunque muchos quedarán ?o quedaremos? por el camino, porque todas las epidemias se han superado mal que bien. Pero lo que sucederá en el futuro dependerá en muy buena medida de cómo ejerzamos nuestra libertad, si desde un ?nosotros? incluyente, o desde una fragmentación de individuos en la que los ideólogos juegan para hacerse con el poder. Es en este punto donde demostraremos que hemos aprendido algo.
Por primera vez en la historia el género humano se ve confrontado con retos universales y tiene que responder desde distintas instancias, una de ellas, la ética, porque es la que se ocupa de los fines. No basta entonces, aunque son necesarias, las normas y costumbres morales de los niveles micro de las sociedades, es necesaria, por primera vez en la historia una ética para el macronivel, que se haga cargo de los fines comunes de la humanidad: una ética cosmopolita.
Adela Cortina, catedrática de Filosofía y premio Nacional de ensayo 2015, argumenta que en estos tiempos de pandemia nos encontramos frente a una catástrofe social y económica que requiere una ética potente. No sólo la mano visible del Estado, no sólo la mano invisible de la economía sino, y muy especialmente, la mano intangible de las virtudes cívicas y de un êthos democrático que nos ayude a hacer frente a esta situación excepcional.
En Ética cosmopolita la autora propone diseñar una ética desde el sentido de la justicia, desde la indeclinable aspiración a la libertad y desde la compasión, que es el verdadero camino del corazón humano.
Nuestro tiempo es tiempo de modestia: época light. La reflexión huye de los grandes sistemas y la acción de las grandes empresas. ¿Quién ambiciona ya descubrir la verdad, alcanzar el bien, practicar la justicia? ¿Quién pretende poseer el secreto de la felicidad?
Pequeñas verdades, minúsculos bienes, fragmentos de justicia, retazos de felicidad nos ayudan, si no a «vivir bien», en el hondo sentido de los clásicos, al menos a «pasarlo bien»: a pasarlo lo mejor posible.
Y, sin embargo, las preguntas por la rectitud y la justicia, por la legitimidad del poder y la esperanza de salvación continúan pidiendo respuesta a una cultura que precisa contestarlas pata recobrar su sentido.
Abordar tales cuestiones es el propósito de este libro. Para ello se interna en ese ámbito del saber llamado «práctico», desde las cuatro dimensiones que lo configuran: moral, política, derecho y religión. Desde ellas se alumbra hoy, si no una ética de máximos -una ética del ethos y la felicidad, como la que Aranguren, prologuista del libro, nos regaló hace tiempo-, una ética de mínimos; si no una magna moralia, una ética mínima. Pero una ética que se resiste a renunciar a lo mejor que hemos aprendido tras siglos de historia: el valor de la autonomía humana y la necesidad de un consenso -entendido como concordia, no como estrategia- para la organización de la vida jurídica y política.