9788497160360
MONTSERRAT, A LA VORA DE BARCELONA
WILHELM VON HUMBOLDT
Editorial: José J. Olañeta Editor Fecha de publicación: 16/04/2019 Páginas: 139Formato: 10 x 14 cm.
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Wilhelm von Humboldt (1767-1835) es una de las personalidades más fascinantes de la primera mitad del siglo XIX. Amigo de Goethe y Schiller, diplomático, reformador del sistema público de enseñanza y fundador de la universidad berlinesa que lleva su apellido, intelectual fundador de la lingüística comparativa, pero, sobre todo, apasionado conocedor y amante de la Antigüedad clásica: una sombra que se vierte sobre toda su vida y toda su obra.
En “Los límites de la acción del Estado”, escrita en 1792, ofrece Humboldt una imagen del hombre que significa ya una superación de la concepción ilustrada y desde la que traza los límites a la actuación del Estado.
El hombre es energía, que sólo necesita tener la posibilidad de desarrollar sus potencialidades para poder realizar el ideal de hombre que cada individuo tiene para sí mismo. El hombre, considerado como un individuo, necesita libertad para poder alcanzar el máximo grado de desarrollo de sus fuerzas, de sus capacidades, y el Estado debe limitarse, en su legislación y actuación, a la realización de aquellas actividades con las que no perjudique el proceso de realización, de perfeccionamiento, del individuo. Con este principio llega Humboldt a la conclusión de que el Estado debe limitarse a velar por la seguridad de los ciudadanos, atacando, por consiguiente, de manera frontal los objetivos del absolutismo ilustrado, que aspiraba a procurar la felicidad material y espiritual de sus súbditos.
En Los límites de la acción del Estado, escrita en 1792, ofrece Humboldt una imagen del hombre que significa ya una superación de la concepción ilustrada y desde la que traza los límites a la actuación del Estado. El hombre es energía, que solo necesita tener la posibilidad de desarrollar sus potencialidades para poder realizar el ideal de hombre que cada individuo tiene para sí mismo. El hombre, considerado como un individuo, necesita libertad para poder alcanzar el máximo grado de desarrollo de sus fuerzas, de sus capacidades, y el Estado debe limitarse, en su legislación y actuación, a la realización de aquellas actividades con las que no perjudique el proceso de realización, de perfecionamiento del individuo. Con este principio llega Humboldt a la conclusión de que el Estado debe limitarse a velar por la seguridad de los ciudadanos, atacando, por consiguiente, de manera frontal los objetivos del absolutismo ilustrado, que aspiraba a procurar la felicidad material y espiritual de sus súbditos.