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Los evangelios son unos textos algo paradójicos. En su sencillez, ya desde la primera lectura, se entienden y cautivan; pero, para entenderlos bien, sue¬len necesitar una explicación. Decía Wittgenstein que le hubiera gustado ser maestro para poder explicar el Evangelio a los niños. En cierta manera, estas páginas obedecen a un anhelo parecido: explicar cómo el Evangelio de Marcos puede ser objeto de meditación para conocer mejor a Jesús. La perspectiva elegida en este libro es la de comentar el texto desde el punto de vista de los testigos presentes en cada acontecimiento narrado. Esta actitud de testigo presencial no es algo ajeno al texto de Marcos, ni algo añadido, si no que este segundo evangelio está escrito desde la perspec¬tiva de quien presencia las acciones de Jesús: la tradición asegura que ese testigo era san Pedro, pero incluso los lugares donde no interviene san Pedro se proponen normalmente desde la perspectiva del testigo.
La educación ha suscitado siempre un gran interés, tanto teórico como práctico, desde los inicios de la cultura. De ella depende la transmisión y supervivencia de cada civilización. Pero acaso en la actualidad ese interés sea, o debiera ser, máximo. Los veloces cambios sociales y morales, inéditos en la historia, suponen sin duda un desafío para la educación. Tal celeridad a menudo atropella el tempo que toda asimilación educativa requiere; e inevitablemente dirige la mirada casi sólo hacia el futuro, con lo que la “forma” hacia la que se quiere guiar (educare) o que se pretende extraer (educere) no se la quiere tomar del pasado, y cuando es forjada en cada presente apenas nace ya muerta. El resultado evidente es la abundancia de medios o métodos educativos para sobrevivir y manejarse en un mundo fluido y, en cambio, una más o menos consciente pobreza de fines auténticamente tales. En este contexto, estos cuatro escritos de Hildebrand (sobre el respeto, la autoridad, la influencia y la propia pedagogía) resultan cruciales y muy oportunos.
Las consecuencias del año 1492 rebasaron con creces las fronteras de la Monarquía Hispánica y del propio siglo XV, como es bien sabido. Al tiempo que se descubría un Nuevo Mundo y que Nebrija publicaba su Gramática castellana, el reino Nazarí de Granada colapsaba y los Reyes Católicos decretaban la expulsión de los judíos asentados en sus dominios. El eco de esta última orden es el objeto de estudio en esta publicación. No desde la perspectiva de los añorados lugares de salida de los desterrados, sino desde aquella otra reportada por quienes dieron acogida a infinidad de familias errantes dentro de la propia península Ibérica. En concreto, desde la atalaya del reino de Navarra en el que muchas se refugiaron por su proximidad física. Para ello se vale del pequeño pueblo medieval de Fitero, inserto en el seno de un señorío eclesiástico fronterizo tanto con la corona de Castilla como con la de Aragón. Fue uno de los lugares más afectados, pero en absoluto el único. Aquella medida tomada por una monarquía vecina repercutió directamente en toda Navarra. No obstante, la condición geoestratégica y jurisdiccional convirtió a aquel enclave cisterciense no solo en una puerta de huida para los perseguidos, sino en uno de los últimos reductos de libertad para quienes profesaban la ley de Moisés en Sefarad. La investigación dedica su mayor esfuerzo a estudiar los comportamientos sociales y culturales en el complejo proceso de inserción de los nuevos cristianos durante el caleidoscópico periodo que transcurre entre finales del siglo XV y las postrimerías del concilio de Trento, a mediados del XVI. En él se atiende a las diversas estrategias familiares, a reminiscencias judaicas, a anhelos y emociones, a ambiciones y, como no, a conflictos en un momento en el que la Contrarreforma católica no existía todavía o no era efectiva.
El presente volumen reúne una serie de trabajos de prehistoriadores, historiadores de la antigüedad, arqueólogos, epigrafistas, lingüistas, medievalistas y arquitectos que rinden con ellos tributo a la ejemplar trayectoria investigadora de una arqueóloga excepcional, Mercedes Unzu, al tiempo que aportan novedades materiales y documentales que permiten abrir nuevas sendas al “camino de la Historia”, esas sendas que el trabajo de Mercedes Unzu ha hollado en varias décadas al servicio de la cultura y la ciencia navarras. La miscelánea está coordinada por María J. Peréx Agorreta, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia —con la que Mercedes Unzu ha colaborado en muchos proyectos— y por Javier Andreu Pintado y Javier Martínez Sarasate, de la Universidad de Navarra. Los tres investigadores son presente y futuro de la investigación en Ciencias de la Antigüedad en Navarra como Mercedes Unzu ha sabido serlo en años de excelente dedicación a recorrer el apasionante camino que va “del registro arqueológico al museo”, de la ciencia a la sociedad.
Este libro reúne trece artículos. Han sido escritos por quienes estudiaron en la Universidad de Granada entre la segunda mitad de los años 60 y la primera mitad de los 70 del siglo XX. Las autoras y autores tienen en común haber pasado por las manos de la policía política de la dictadura franquista, la Brigada Político Social (BPS), y por la Jefatura Superior de Policía de la Región de Andalucía Oriental. El edificio en el que se alojaba en aquellos años, hoy propiedad de la Universidad de Granada, daba a la calle Duquesa y a la pequeña calle Jardín Botánico. Allí fueron llevados, tras su detención, a través de la plaza de los Lobos. Allí fueron encerrados en mugrientas celdas. Allí fueron interrogados y torturados. Su delito: la lucha, obligatoriamente clandestina, por la libertad y los derechos humanos. Una placa lo recuerda hoy. En estos artículos afloran los fragmentos de memoria que cada autora o autor ha decidido hacer públicos en esta ocasión. Su lectura permite un interesante paseo por aquella Universidad de Granada, que seguro que ayudó a construir la actual. Además, creemos que será instrumento para que estudiantes, actuales y futuros, valoren y defiendan una sociedad con derechos.
Aportaciones realizadas a lo largo de dos décadas concurren en este libro, que incide en el marco cultural y religioso que se abre en Granada a partir de 1492, difuminando las barreras entre la Historia y la Historia del Arte, que cultivan respetivamente sus autores.
La primera parte aborda el paisaje artístico de una época de tránsito entre la Edad Media y el mundo moderno, haciendo de Granada un laboratorio especial para su estudio y, de forma singular, en torno a don Íñigo López de Mendoza y su destacado papel en el arte de su tiempo. El segundo bloque profundiza en el ideario religioso de los Reyes Católicos, que imprimieron un sentido mesiánico a la obra de cerrar un proceso histórico espinoso y a veces descarnado. La religiosidad popular y la realidad cofrade se expandieron así por la ciudad conquistada. Aquella «Granada nueva» refleja, por tanto, los mecanismos de imposición, la práctica del poder, las herramientas de disciplinamiento social y, en suma, un control premeditado de creencias, conductas y manifestaciones culturales.