Dulce Limón no es un libro de relatos de amor; no lo es de relatos de superación ni de autoayuda; no es un libro pedagógico, educativo, de temática infantil ni de cuentos con final feliz. Esta obra nace de una imperiosa necesidad de gritarle al mundo con susurros bajitos -pero muy profundos- que cuantas barreras nos ponga por delante las derribaremos con nuestra ilusión, nuestra lucha, nuestras ganas y nuestro esfuerzo. Dulce limón es, en definitiva, un canto a la libertad y un arma que no dispara, que no sabe herir, sino que se ha de empuñar como pincel con el que dibujar cada día la sonrisa con la que encarar la vida.
Las láminas que acompañan este compendio de relatos han sido dibujadas, pintadas, ideadas y creadas por el amor y el enorme talento de personas con discapacidad intelectual y/o enfermedad mental. Personas que no miran al mundo con los ojos, sino con el corazón.

A veces la magia nos hace ver el mundo de otro modo, pero otras veces sucede a la inversa: nuestra forma de ver el mundo puede llenarlo de magia. El protagonista de esta historia dedica sus esfuerzos a cambiar el modo de ver el mundo de la gente gracias a lo que ha aprendido de su padre, un hombre con miedo a ser feliz, lleno de amor y de ilusiones, pero que en muy pocos momentos saboreó las mieles de la felicidad. Profesor de Psicología, escritor y loco de amor por su esposa, su historia transcurre entre tres ciudades españolas: Valladolid, Palencia y Salamanca, siendo coprotagonistas de la misma la bella catedral palentina, la Universidad salmantina o el mítico Café España de la ciudad de Valladolid, sin olvidar la presencia de Argentina. Es la épica y grandiosa historia de un diminuto e insignificante ser humano. Como lo son todas las historias, y como lo somos todos y cada uno de nosotros.