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• ILUSTRACIONES: Manolo Cuervo.
• TRADUCTOR: Antonio Rivero Taravillo.
Herman Melville (Nueva York, 1819-1891), autor de la tan extensa como universal Moby Dick, escribió así mismo obras de menor envergadura pero no menor calidad (caso de Benito Cereno, Billy Budd o diversos relatos breves, por ejemplo), en las que quiso y logró zafarse del cierto trascendetalismo y complicado estilo de su gran novela.
Bartleby el escribiente, publicado en prensa en 1853 y junto a otros cuentos en 1856, está considerado en la actualidad una de esas «pequeñas joyas» melvilleanas, acaso tanto por la extraña curiosidad de la historia como por el moderno y radical aislamiento de su protagonista.
• ILUSTRACIONES: Bella Moreno.
• TRADUCCIÓN Y EPÍLOGO: Juan Bonilla.
El escritor escocés Robert Louis Stevenson (Edimburgo, 1850 - Samoa, 1894) alcanzó una de las cimas universales de la literatura a través de novelas, poemas y escritos —La isla del tesoro, Catriona, El Dr. Jeckyll y Mr. Hyde, En los mares del Sur, El Señor de Ballantrae, etcétera— impregnados siempre de un vigor maravilloso, un conocimiento exacto de la escritura y el idioma, y un inquebrantable espíritu aventurero.
Olalla, rara pieza de misterio publicada originalmente junto a otras narraciones en 1887, es un ejemplo perfecto del fabuloso estilo con que Stevenson cuenta una historia, y del no menos fabuloso goce que siempre provoca en el admirado lector.
Desarticular en el sentido de tantear la separación de unas piezas para luego unirlas con un entendimiento mayor: se trata de escribir unas líneas hasta urdir una reseña, un ensayo o una crítica, como quiera que se diga y según cada caso, y compartir finalmente una idea y un gozo de la literatura.
Desarticulación, con sus más de treinta artículos plenos de agilidad y referencias literarias, es un profundo y ameno paseo por buena parte —temas, autores o libros— de lo mejor de la narrativa de todos los tiempos.
«Algunos días pasan
y fueron oro en nuestras manos.
Nadie mejor que vosotros podrá
distinguirlos, bañados de sol y tempura,
en los acantilados del recuerdo,
donde están los buscadores,
los que dejaron pudrir sus ropas
mientras soñaban ser ricos.
Yo viví algunos de aquellos,
y con estúpida voluntad
me sacudí los muertos y los vivos [...]»
Un cine febril no sÓlo nos adentra en el universo de Herzog a través de un minucioso análisis textual de la que fuera película de referencia de la modernidad cinematográfica, sino que parte de ahí para ofrecernos —desde la teoría pero también desde la vivencia, con una mirada entusiasta pero también arriesgada y llena de ironía— la posibilidad de otro disfrute y entendimiento del cine y su historia.