• EDICIÓN DE: Alfonso García-Sampedro.

Marcel Proust (París, 1871 - 1922), el autor de la monumental En busca del tiempo perdido, una de las más altas novelas jamás escritas, fue también un fecundo y compulsivo escritor epistolar. Como apunta García-Sampedro en su prólogo, «el lector no ecnontrará en la correspondencia de Proust un mundo esencialmente distinto al de su obra. En realidad, sus extraordinarias cartas, a través de las cuales realizaba su creación cotidiana, ya contenían la clave del misterio proustiano tiempo antes de la revelación de la Recherche.
El presente volumen recoge las Cartas a la condesa de Noailles, publicadas en París en 1931, acompñadas, como entonces, por tres textos de la propia Anna de Noailles, personaje principal y relevante escritora de la época a quien Marel Proust trató y admiró con igual intensidad durante muchos años.

«Ahora ven
enciende mi ceniza,
hazme recuperar el cuerpo ya
disperso
con ese aliento tan salvaje
de tus húmedos labios sublevados.
Vamos a darnos
un beso tan ardiente
que nos destierre de la vida
y nos haga atisbar de golpe
ese momento eterno
del infinito exento de la nada.»

Puede que todos nosotros, como los personajes de estas páginas, estemos hechos a medias de sueños o deseos y de la perplejidad e incluso el estupor que suele embargarnos cuando los echamos a pasear por el mundo. Los relatos de Una pequeña reunión, como las impresiones e imágenes de Sueltos americanos, abarcan diversa formas cotidianas de esa ecuación, entre irónica y melancólica, con una prosa limpia y ágil, precisa, de fino humor y gran poder de sugerencia, a través de historias y protagonistas que reflejan de otro modo la realidad actual.

• ILUSTRACIONES: José Luis Ágreda.
• TRADUCCIÓN Y EPÍLOGO: Felipe Benítez Reyes.

Francis Scott Fitzgerald (Saint Paul, 1896 - Hollywood, 1940), es conocido sobre todo por sus cuatro grandes novelas: A este lado del paraíso (1920), El gran Gastby (1925), Suave es la noche (1934) y El último magnate (1941). Pero Fitzgerald escribió además innumerables relatos de igual intensidad y calidad, en los que dejó una imagen imborrable no sólo de su existencia sino de todo su mundo y su época: La loca y acomodada felicidad de la “era del jazz”. Los dos relatos que aquí se unen -El joven rico y Bancarrota emocional- nos ofrecen, con el encanto característico del autor, una visión arquetípica y perfecta de la atmósfera de los años veinte, no exenta de belleza, tragedia y reflexión.

«Inspiro la concurrencia
de perfumes sin filtro:
verde olor de las boticas,
fragancias de dama,
ribetes de alelí,
néctar de pasionaria.
Solemne, como un cardenal,
voy probando las impurezas:
las miserables,
las podridas,
las que matan, las que alimentan.»

• ILUSTRACIONES: Lidia Ortega.
• TRADUCCIÓN Y EPÍLOGO: Diego Valverde Villena.

Ernest Theodor Amadeus Hoffmann (Königsberg, o actual Kaliningrado de Rusia, 1776 - Berlín, 1822) representa como pocos el vuelo innovador y polifacético del XIX en general y del romanticismo alemán en particular. Escritor, dramaturgo, compositor, jurista y hasta arquitecto, destaca sobre todo su gran creación de cuentos fantásticos, mezcla de realidad, extrañamiento, misterio y horror, y que influyeron tanto en Hugo y Poe como en Offenbach y Chaikovski, entre otros.
El hombre de la arena, publicado en 1817 dentro de sus Piezas nocturnas, es quizá una de las mejores de esas creaciones de terror gótico o romanticismo negro donde se enlazan fatalmente el amor, la locura y los sueños.

«Hacen falta mil años y mil lenguas
y un eco eterno que por mí lo diga.
Dos labios y una vida es cuanto tengo
y sé que no me alcanzan.
Luz dudosa
— un cielo gris y blanco— me amanece.
Si nazco de esa mano, si no quiero
ni un punto más de lo que tú has querido.
Si sólo soy una mota
de polvo que esta luz lleva y enciende [...]»

• ILUSTRACIONES: Manuel Ortiz.
• TRADUCCIÓN Y EPÍLOGO: José Antonio Guerrero Reyna.

El poeta, escritor y crítico Théophile Gautier (Tarbes, 1811 - Neuilly, 1872) representa como pocos el vuelo espiritual, creativo y vital del diecinueve francés, del que dejó constancia tanto en sus revolucionarios preceptos artísticos, sus compañías (Nerval, Balzac, Dumas, Baudelaire...) o su afición a los viajes y los estupefacientes, como en una obra diversa que va de Esmaltes y camafeos, Mademoiselle de Maupín, Viaje por España, Historia del Romanticismo o Constantinopla, a innumerables ensayos y artículos.
Los relatos La pipa de opio y Arria Marcella son dos ejemplos espléndidos de aquella singular mirada entre el exotismo romántico y los paraísos artificiales del parnaso.

Un cine febril no sÓlo nos adentra en el universo de Herzog a través de un minucioso análisis textual de la que fuera película de referencia de la modernidad cinematográfica, sino que parte de ahí para ofrecernos —desde la teoría pero también desde la vivencia, con una mirada entusiasta pero también arriesgada y llena de ironía— la posibilidad de otro disfrute y entendimiento del cine y su historia.