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La crónica del Conquistador (1208-1276), conocida como Libre dels feyts se conserva en manuscritos del siglo XIV (los primeros códices catalanes datan de 1343 y de 1380; el latino es anterior, de 1313).
Escrita en lo que se denomina catalán preliterario, ésta es la primera traducción moderna al español (hay una versión anterior, que data de 1848); si bien ha sido transcrita y actualizada al catalán actual (Llibre dels fets por A. Ferrando y V. J. Escartí; y anteriormente por J. Mª de Casacuberta).
Los hechos de la vida del rey Jaime, I de Aragón y de los reinos de Mallorca y de Valencia, conde de Barcelona y señor de Montpellier, debido a su acusado carácter autobiográfico, constituyen en realidad unas memorias, que se perciben en unas ocasiones filtradas por el recuerdo lejano o bien, en otras, se registran con mucho detalle, casi como un dietario; la causa parece deberse a la distancia entre su redacción -es decir, su dictado- y la proximidad de los hechos. En ellas afloran rasgos de la personalidad del monarca, quien expresa con espontaneidad tanto asuntos de Estado como temas íntimos, vividos ambos bajo un fuerte sentido providencialista.
Consta de 566 capítulos, precedidos por un importante prólogo, donde -a través de la ejemplaridad y la religiosidad- el rey manifiesta su intencionalidad de ser recordado.
Desde el punto de vista lingüístico presenta la peculiaridad de reproducir a menudo el habla de sus interlocutores, sea en boca de un caballero castellano, un maestre francés, etc. Desde el literario, resalta por su amenidad, que se deriva sobre todo del estilo fluido, ya que a menudo reproduce la conversación viva y dialogada.
Como autor y protagonista el rey relata destacadamente la conquista de Mallorca y Valencia, objetivos que le apasionaron. La sinceridad en narrar los hechos o gestas permite advertir la formación de su figura de leader o personaje heroico, con autoridad y que ama a sus súbditos, figura que ha generado romances y leyendas, vivas incluso en la actualidad. Algunos episodios de la crónica se han plasmado en pinturas murales del siglo XIII, descubiertas en los últimos decenios y ratificadas gracias a la heráldica.
Como crónica medieval, si por un lado, refleja auténticas estampas de la Reconquista y sus relaciones entre los distintos reinos, con sus problemas de población, legislación, costumbres, abastecimiento, espionaje, alianzas y traiciones, etc., por otro, es testimonio del momento en que España era frontera de la cristiandad, mostrando su tan interesante faceta de convivencia pluricultural.
El contenido se suele dividir en cuatro partes: la primera, que abarca los primeros 20 años del monarca, incluye los peculiares acontecimientos relativos a su engendramiento, y su infancia. Sobresale la relación de la batalla de Muret y la muerte de su padre, Pedro el Católico; su formación en Monzón, a cargo de los templarios, y los episodios referentes a su primera mujer Leonor de Castilla -con quien casó a los 13 años, matrimonio que después sería invalidado-. Asimismo se recogen los primeros encuentros armados con la nobleza, hasta llegar a una concordia (cap. 33).
En la segunda parte, que corresponde al reinado de 1228 a 1240, destaca la guerra de Urgel, condado que restituye a su legítima sucesora, Aurembiaix, y el proceso de la conquista de Mallorca (1229), desde los primeros tanteos del atractivo proyecto, en que les animaba una inédita empresa marítima, a las estratagemas y pactos con los jeques, que llevan a la posesión de Menorca (1232) e Ibiza (1235). También es relevante la ardua consecución del reino de Valencia, en cuya capital entra en 1238, tras pasajes y escenas de acentuados tonos bélicos, como los de Burriana, Peñíscola o el Puig de Santa María. Asimismo se relata su relación con Sancho VII de Navarra, con quien firma en 1231 el frustrado tratado de Tudela de alianza y sucesión (caps. 138-152). Por último, se refiere la adhesión de sus súbditos en Montpellier (caps. 295-305).
Se agrupan en un tercer bloque los sucesos de 1242 a 1265 (desde el cap. 328), donde se expone la inicialmente delicada relación con su yerno -entonces infante Alfonso de Castilla, quien casó con la hija que el rey Jaime tuvo con su esposa Violante de Hungría-, las cuales abocaron al tratado de Almizra sobre la delimitación de los límites territoriales; así como también la conflictiva conquista de la preciada plaza de Játiva (1244).
La última parte (desde el cap. 410) concluye con la muerte del monarca, ya que sigue consignando sus hechos hasta los últimos momentos de vida. Aquí se relacionan problemas del país (revueltas de nobles aragoneses, caso de falsificaciones de moneda, insurrección de musulmanes valencianos...). Especial relieve tiene la conquista de Murcia (1266), a ruegos de su hija, la reina de Castilla; también, los encuentros familiares con Alfonso X -su amistad y consejos, a raíz de pasar juntos unas fiestas de Navidad en Tarazona-; la asistencia en Burgos a la boda de su nieto, el infante Fernando de la Cerda, con la hija de san Luis, rey de Francia, y otros sucesos de eco internacional, como las embajadas del emperador de Constantinopla y del gran Kan, o bien su visita al papa Gregorio X con motivo del concilio en Lyon a fin de organizar una cruzada.