[Edición conmemorativa del 35 aniversario de la colección Clásicos Castalia, en formato mayor y encuadernada en tela con sobrecubiertas de papel y acetato]La producción poética de Garcilaso es relativamente breve y su gran aportación poética son las obras compuestas en estilo italianizante. Junto a sus sonetos, lo más notable de su escritura son las églogas, poesía pastoril con influencias de Virgilio y Sannazaro. Tal y como señaló el erudito J.F. Montesinos: la gran enseñanza que Garcilaso aprendió de Petrarca fue el descubrimiento de la propia conciencia, mucho más importante que la importación del endecasílabo. La armonía de la poesía de Garcilaso, en la cual no encontramos resonancias ni bélicas –pese a su condición de militar y hombre de armas– ni religiosas, junto a su ritmo y belleza, la convierten en una de las grandes creaciones artísticas de todos los tiempos y que hoy en día conserva toda su vigencia.EL EDITOR:ELIAS L. RIVERSNació en Charleston (Carolina del Sur) en 1924. Ha sido profesor en Darmouth College y en las Universidades de Ohio State, la Johns Hopkins y la del State of New York en Stony Brook. Especializado en la poesía española del Siglo de Oro, ha publicado numerosos artículos en las más prestigiosas revistas del hispanismo internacional. Entre sus libros sobresalen la antología de Poesías de Francisco Aldana (Clásicos Castellanos), la edición crítica, con extensos comentarios, de las Obras completas de Garcilaso de la Vega (Castalia) y la del Viaje del Parnaso y poesías varias de Miguel de Cervantes (Clásicos Castellanos). Desde 1989 es presidente de honor de la Asociación Internacional de Hispanistas. En 1992, la Universidad de Salamanca le otorgó el Premio Nebrija.

El estudio de la obra de Garcilaso es, también, el estudio de su vida, tanto en los aspectos externamente biográficos como en los de su mundo interior. Sin que esto quiera decir que se trate de una literatura concebida como un diario íntimo, lo cierto es que el autor va sembrando su escritura de referencias personales. (...)De todos los componentes de la poesía garcilasista, es el amor el más avasallador.