Este volumen contiene cuarenta y cuatro homilías pronunciadas por san Óscar A. Romero desde el primer domingo de Adviento (27 de noviembre) de 1977 hasta la fiesta del Corpus Christi (28 de mayo) de 1978, correspondientes al ciclo A. En este periodo destacan dos rasgos fundamentales de Mons. Romero. En primer lugar, él nunca da un rodeo para pasar de largo, sino que —empleando sus propias palabras— «sale al encuentro del pobre herido en el camino», se acerca al pueblo, lo consuela, anima. En segundo lugar, en estas homilías aparece la honda espiritualidad personal del arzobispo de San Salvador y el esfuerzo permanente por indicar el camino del seguimiento de Jesús. Su predicación no deja indiferente a nadie. Todavía hoy resuena en sus palabras la voz del profeta que desenmascara la falsa religión, que, lejos de expresar la fe en Jesús, sirve para encubrir las injusticias.

La primera homilía transcrita de san Óscar A. Romero como arzobispo de San Salvador es del 14 de marzo de 1977 en el funeral del E Rutilio Grande. El esquema lo tomó de Evangelii nuntiandi, para poner su asesinato en un contexto propiamente eclesial: la evangelización de los pueblos. En esa homilía, no solo expuso el pensamiento de Pablo VI, sino que logró conectarlo con la realidad del momento. «Hoy se ha cumplido esta Escritura», parecía decir monseñor Romero. Y esta misma pauta siguen las cuarenta y seis homilías de este volumen, que corresponden al ciclo C de la liturgia de la Iglesia, desde el cuarto domingo de Cuaresma hasta la Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo.

El libro recoge las últimas homilías de san Óscar A. Romero justo antes de su martirio. Su voz, quebrada por la violencia asesina, resuena todavía hoy unida, por su martirio, a la del Señor Jesús: «Buscad sobre todo el reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura» (Mt 6,33). El mensaje central de sus espléndidas predicaciones tiene siempre como fundamento último los dos grandes referentes de su vida, sus dos «amores»: Dios y el pueblo. En ellas, presenta y explica, en primer lugar, la Palabra de Dios, y más concretamente, lo que dice sobre Cristo. Y, seguidamente, lo aplica proféticamente al hoy de su pueblo denunciando las barbaries e injusticias, porque «el pastor tiene que estar donde está el sufrimiento». En sus tres años como arzobispo de San Salvador, mons. Romero hizo que la Palabra de Dios acampara entre los salvadoreños, cercana y compasiva para con los pobres, terrible y amenazadora con los opresores. La lectura de estas homilías no dejará indiferente al lector, que encontrará en ellas un valiente testimonio y una rica experiencia humana y cristiana.