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«El Parménides no es sólo el diálogo más enigmático y misterioso de Platón y el texto filosófico más complejo e indescifrable del pensamiento antiguo; él representa quizá la obra más controvertida de toda la tradición occidental. Acercarse al Parménides es como entrar en un campo de batalla en el que se han alineado y encontrado opciones exegéticas opuestas e irreductibles» (Franco Ferrari)
Este libro ofrece la novedad de reunir en un solo volumen el texto griego y una nueva traducción de los discursos laudatorios que han llegado a nosotros, compuestos en honor de los ciudadanos atenienses muertos por la patria en el periodo de la democracia ateniense clásica.
El Menéxeno de Platón consiste en su mayor parte en el discurso que supuestamente Aspasia compuso en honor de los caídos por Atentas y que Sócrates repite a su interlocutor, el joven Menéxeno. Esta joya del diálogo platónico persigue, sin duda, otros fines aparte de los puramente literarios, pero su interpretación cabal desafía los esfuerzos de historiadores y filosóficos hasta hoy.
«Cuando leí por primera vez “La República”, en mi adolescencia, me desilusionó… yo esperaba encontrarme con un texto árido, declamatorio, contundente. Resultó ser todo lo contrario: un libro ameno, apasionado, hecho de un vaivén de observaciones, ideas a medio acabar, juegos verbales menos dignos de la oratoria que de la charla entre amigos. En realidad, a eso se parecía “La República”: a una de esas interminables veladas en las que mis amigos y yo discutíamos acerca del significado del mundo, confesábamos nuestros temores y esperanzas, y tratábamos de resolver los grandes problemas políticos y metafísicos del universo hasta que el sueño nos vencía…» (de la Presentación de Alberto Manguel).
Los amigos, en una sobremesa prolongada, hablan de forma abierta, sumergidos en el vino y la intimidad. Es una reunión sólo de hombres, costumbre institucionalizada en la Grecia clásica, si bien conviene notar cómo en un momento de la conversación es una mujer, Diotima, quien aquilata por boca de Sócrates la discusión entablada entre ellos. Su aparición es breve pero se trata de un personaje fascinante: «¿Amor es amor de algo o de nada?», dice, abriendo el que va a ser el debate esencial de la tertulia.
En el Filebo, con independencia de cuál creamos que es su tema principal, Platón presenta de un modo minucioso su doctrina del placer; en particular, del placer corporal. La finura analítica de la que hace gala en este diálogo tardío le permite admitir que no todos los placeres relacionados con el cuerpo son despreciables, del mismo modo que no son encomiables todos los del alma. No importa, a la hora de aprobarlo, que un placer sea del cuerpo o del alma siempre que se dé en él verdad, pureza y mesura, como sucede con los debidos a las figuras bellas, a muchos sonidos, a bastantes aromas y, en general, con los goces de los que ni duele su carencia ni va mezclada con dolor su presencia, al contrario de comer, copular, rascarse... Esos placeres puros forman parte de la mejor vida que nos cabe a los humanos. ¿Cuál? La mezcla adecuada de ciencia y de gozo. «Es como si ante nosotros, los escanciadores, se nos hubieran ofrecido dos fuentes --la del placer se podría comparar con una de miel, y la de la sensatez, sobria y sin vino, con una de agua dura y saludable-- las cuales hay que forzarse en mezclar lo mejor posible» (Fil. 61c).
Historia y Sociedad