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El corto período entre las dos guerras mundiales representa una época privilegiada de la historia de la literatura rumana, la cual conoció entre 1918 y 1940, un florecimiento sin precedentes. Tan sólo en dos decenios, la literatura rumana logra recuperar la distancia que la separaba de la literatura occidental y sincronizarse con las nuevas experiencias estéticas del momento. El salto de valores se siente sobre todo en la poesía y en la prosa, campos en los que desarrollaron sus actividades una serie de escritores excepcionales como Lucian Blaga, Tudor Arghezi, Ion Barbu, George Bacovia, Vasile Voiculescu, Mihail Sadoveanu, George Calinescu, Camil Petrescu, Mircea Eliade, Hortensia Papadat-Bengescu, Mateiu I. Caragiale, Anton Holban, Mihail Sebastian, M. Blecher, Urmuz etc. Con raras excepciones, sus obras siguen siendo, desafortunadamente, muy poco conocidas fuera del espacio cultural rumano, no porque carezcan de valor estético sino debido a la barrera lingüística, al hecho de que dichos autores no se expresaron en una lengua de circulación europea. Los decenios tres y cuatro del siglo XX representan una época de máxima efervescencia creadora para la evolución de la novela rumana.
Poeta, prosista, dramaturgo, ensayista y filósofo, Camil Petrescu nace en 1894; huérfano desde muy pequeño, no le impide sus asistencia al colegio y terminar ingresando en la Universidad de Bucarest para estudiar Filosofía. Influido por el período que oscila entre las dos guerras mundiales, llega a ser profesor en Timisoara. Director del Teatro Nacional de Bucarest, y a partir de 1947 miembro de la Academia Rumana, muere el 14 de mayo de 1957. Camil será y sigue siendo una de las figuras prominentes de la literatura rumana de este momento. El escritor contribuyó decisivamente a la renovación de la novela, particularmente por la substitución de la idea de perfección artística, de la que era triburaria la novela tradicional, por un nuevo concepto, el de autenticidad, como uno de los fenómenos más interesantes que va a conocer la novela rumana, una teoría que nació como una reacción contra el academicismo y constituyó una modalidad de regeneración de la literatura. Uno de los principales cambios que Petrescu introduce es el cambio de puntos de vista sobre el sentido de la literatura, la cual dejó de tener la función de deleitar y se impuso como revelación de una realidad. Innovaciones que el mismo va a poner de manifiesto: “No describo sino lo que veo, lo que oigo, lo que registran mis sentidos, lo que pienso… Esta es la única realidad que puedo narrar… Sin embargo, ésta es la realidad de mi conciencia, mi contenido psicológico… De mi mismo no puedo salir…Haga lo que haga, no puedo describir sino mis propias sensaciones, mis propias imágenes. No puedo hablar honradamente más que en primera persona”. Entre sus obras es interesante destacar las novelas Última noche de amor, primera noche de guerra (1930), El lecho de Procusto (1933) o Un hombre entre los hombre (1953-1957).
La tendencia a no ser falso, la identificación de la creación artística con los acontecimientos vividos por el autor, la lucidez, la confesión no literaturizada (es decir la poética de la autenticidad) se encuentran en la base de la segunda gran novela de Camil Petrescu, El lecho de Procusto (1933). De hecho, el desafío a los lugares comunes, la permanente necesidad de experimentar nuevas fórmulas narrativas hacen que el autor de Tesis y antítesis sea el primer escritor “textualista” de la literatura rumana.