978-84-128060-4-5
Filosofía y Literatura
Pedro Cerezo Galán
Editorial: ALHULIA Fecha de publicación: 01/02/2024 Páginas: 152Formato: Rústica
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La cultura filosófica hispánica no disponía de un Comentario propio de la «Fenomenología del espíritu» de G. W. F. Hegel en lengua española, salvo traducciones de algunos comentarios acreditados y ensayos diversos sobre el tema. De ahí la novedad e importancia de este Comentario integral, ceñido al texto hegeliano, ajustado estrictamente a sus nudos aporéticos y trances dialécticos, paciente en la comprensión, moroso en la andadura y minucioso en los análisis a lo largo de este camino «real» del pensamiento de la metafísica.
En él se lleva a cabo una triple contextualización del texto de la «Fenomenología»: primero, con el conjunto de la obra hegeliana, en una doble mirada cruzada, retrospectiva y prospectivamente; luego, dentro de la gran tradición de la metafísica de Occidente, convocada aquí en su totalidad, desde su inicio en Grecia, su flexión en la modernidad cartesiana, spinozista y leibniziana, y su maduración final en la filosofía trascendental; y, finalmente, en confrontación con los pensadores cimeros de su época, Fichte, Schelling, Hölderlin, por solo citar a los más señeros.
Por lo demás, el autor se mantiene, a lo largo del camino, en diálogo con los más acreditados intérpretes de la «Fenomenología». El Comentario no solo pretende alcance filosófico, sino histórico-cultural, resaltando las grandes obras literarias que se reflejan en el texto hegeliano, así como su pensamiento jurídico-político. El camino es largo y sinuoso, pero se alcanza en él la luz cenital de Occidente, a punto de entrar ya en su radiante ocaso.
En contra de lo que suele creerse con buena o mala fe, el diálogo no es una negociación de ajuste de intereses ni un convenio social o político de ocasión. Tampoco un
ejercicio de comunicación trivial o de intercambio de noticias, ni siquiera una conversación estimulante, que es ya mucho en una época de información plana e inabarcable, cuando no trucada ideológicamente o distorsionada por la propaganda. Pertenece al orden de la razón discursiva o argumentativa, tan raro y excepcional en un tiempo en que el mundo vital, sobre el que se habla, es cada vez menos apalabrado, menos com-partido. Este ensayo es una prueba de las exigencias intelectuales y morales que comporta la actitud dialógica. A Sócrates le debemos la lección inmarcesible de que el diálogo es, conjuntamente,
el estilo propio del pensamiento y la forma de vida de la ciudad. Todas las disposiciones racionales han ido madurando en el pneuma de la palabra compartida, como el aire que se respira en común. Y esta finalidad del acuerdo intersubjetivo, cada vez renaciente, constituye el presupuesto inexcusable de una vida humana con sentido. Si este estilo se corrompe, si degenera bajo las diversas formas de la dirección de masas y el control social, si desfallece ante la magnitud educativa de su tarea, se juega también a una la suerte del pensamiento libre y de la ciudad democrática.
En este ensayo se analiza el diálogo en su vertiente histórico-filosófica a lo largo de sus vicisitudes y transformaciones ?desde Platón y Aristóteles a Kant y Hegel?, y muy especialmente en las corrientes contemporáneas del pensamiento: la
Fenomenología (Husserl y Merleau-Ponty), la Ética (Lévinas), la Hermenéutica (Heidegger, Gadamer, Ric?ur) y la Teoría crítica
(Apel, Habermas). Aborda igualmente la vertiente sistémica de sus fundamentos: el sujeto carnal, la díada yo/tú, el reino del entre-dos, verdad y comunicación. Despliega, en fin, la figura de la existencia dialógica en una doble dimensión: en cuanto lógos discursivo del acuerdo posible y como éthos del reconocimiento recíproco y la amistad civil. En suma, la razón civil, que no es distinta de la capacidad o virtus política, no consiste más que en el arte de la convivencia sobre el supuesto de la comunicación.
Los diversos estudios recogidos en este volumen bajo el título Hegel y el reino del espíritu se polarizan en el núcleo central del pensamiento especulativo de Hegel, donde se integra la doble tradición filosófica del sustancialismo griego y la subjetividad moderna, mediadas por el cristianismo de la Reforma. Hegel representa, pues, el lugar de consumación de la historia de la metafísica occidental, cerrando la línea axial de desarrollo Aristóteles?Leibniz?idealismo alemán, al acuñar de modo definitivo la relación ontológica del fundamento ?la ?ontoteología?, como la ha llamado Heidegger?, donde se lleva a cabo la reconciliación en el tiempo entre lo infinito y lo finito. El nombre propio de esta enorme empresa intelectual
es
precisamente reino del espíritu. La palabra ?espíritu? nos
resulta
hoy devaluada, tanto por su abuso retórico en contextos idealistas como por la actitud desdeñosa de casi dos siglos de materialismo, positivismo y utilitarismo, fundidos con frecuencia en una política pragmática de la eficiencia. Pero el espíritu no es una abstracción exangüe, como ha pretendido hacernos creer la filosofía materialista de inspiración feuerbachiana marxista ?cuya crítica, dicho sea de paso, paradójicamente ya está anticipada en Hegel?, ni tampoco el ensueño de un humanismo ebrio de subjetividad, al modo romántico, que también fue objeto del acerado criticismo hegeliano. Por decirlo de un modo sumario, espíritu significa la unidad de tres dimensiones fundamentales, características de la modernidad: 1ª) la realización de la libertad en el mundo, en cuanto mundo de y para el hombre, por obra de la intersubjetividad que trabaja, actúa y dialoga; 2ª) la fundación de la comunidad racional del acuerdo y el reconocimiento recíproco y 3ª) la instauración de los derechos y las libertades modernas en la eticidad del Estado. Obviamente, ha quebrado
la
unidad sistémica de estas tres grandes líneas, según la concibió Hegel, pero sigue abierta la dinámica histórica de su sentido, en el nuevo contexto de un pensamiento postmetafísico.
Decía Maurice Merleau-Ponty que ?dar una interpretación de Hegel es tomar posición sobre todos los problemas filosóficos, políticos y religiosos de nuestro tiempo? (Sens et non-sens). Eso era plena verdad en 1947, en la pleamar del marxismo europeo y ante la resaca del neopositivismo, dos movimientos
antihegelianos, y frente al auge del existencialismo como la sacudida del pensamiento romántico, al que tan ásperamente había criticado Hegel. Pero no es menos verdad hoy, cuando la Fenomenología hermenéutica (Heidegger/Gadamer) y el Pensamiento crítico (Habermas y Apel)
intentan llevar a cabo una reforma de la filosofía sobre la base, respectivamente,
del dialogismo, inspirador de toda dialéctica abierta, y la pragmática trascendental de la acción comunicativa. Un lector avisado podrá entrever lo que perdura del espíritu hegeliano en esta empresa, aun cuando ya sin el aura de su consagración metafísica.
Pedro Cerezo Galán es catedrático emérito de Filosofía de la Universidad de Granada y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Es especialista en Historia de la Filosofía moderna y contemporánea y goza de reputación internacional por sus estudios sobre el pensamiento español. En esta editorial, aparte de otros estudios sobre materias de su especialidad, ha compilado y editado el volumen colectivo sobre Democracia y virtudes cívicas, que ha supuesto una aportación sustantiva a esta materia. Hoy vuelve sobre el tema, recogiendo bajo el título Ética pública. Éthos civil los diferentes ensayos que ha ido publicando en los últimos años sobre cuestiones candentes de la vida española.
Problemas tales como el nacionalismo, el pluralismo político, la crisis de la democracia, la controversia política, el encuentro de culturas, la educación para la ciudadanía y el destino de Europa son los puertos de partida de distintas singladuras que surcan y exploran en varias direcciones la realidad democrática de nuestro país. Lo común a todos ellos es mantenerse en el espacio de una ética pública, recogida expresamente en el marco valorativo de la Constitución de 1978, y procurar edificar desde ella el éthos civil de la ciudadanía, una tarea urgente en un país falto de tradiciones vigorosas de moral pública y, en general, desmoralizado por una cultura traumatizada secularmente por anatemas, expulsiones, persecuciones y guerras civiles, que necesita fortalecer los hábitos de concordia y comunicación. De ahí la insistencia de estas páginas en la virtud cívica y la ilustración, especialmente en la tolerancia y la amistad civil, en un pueblo tan proclive en su historia a la confrontación cainita.
Estudio sobre la crisis en creencias y valores a finales del s.XIX