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Del sentimiento trágico de la vida es una de las obras cumbre de Miguel de Unamuno, quizá la de más calado filosófico de cuantas escribió. Publicada en 1913, desarrolla y analiza las opciones y respuestas existentes ante la tragedia mayor del ser humano: el miedo a la muerte. De aquí surge, en su intento por aunar razón y fe, el concepto de querer creer y la idea final de vivir y escribir conforme a ella? aunque sea a costa de lanzarse al ruedo de la opinión pública cual Don Quijote moderno. Más de cien años después de su publicación, y a pesar de los avances científicos y los sucesos históricos, el mensaje de Unamuno continúa alimentando nuestra alma y respondiendo a nuestros mayores dilemas.
• Prólogo de Fernando R. de la Flor.
El presente libro recopila los textos que Miguel de Unamuno escribió a lo largo de su vida en torno a su gran afición: las pajaritas de papel.
Miguel de Unamuno (1864-1936) dejó plasmada en sus cuentos toda la heterodoxia, toda la libertad creativa y toda la coherencia de pensamiento por las que se le reconoce como uno de los autores fundamentales de la literatura española. Desde una posición estratégica a caballo entre los siglos xix y xx, Unamuno utilizó sus cuentos, entre otras cosas, como excelente material donde desarrollar sus ideas y abordar las obsesiones que continuarían en el resto de su producción literaria.
En este volumen anotado y editado por el especialista J. Óscar Carrascosa Tinoco se recogen, hasta reunir el corpus cuentístico del autor vasco, todos los relatos publicados por Unamuno tanto en libros como en las diversas cabeceras periódicas en las que colaboró, así como aquellos que permanecían inéditos. Desde el inaugural «Ver con los ojos», de 1886, hasta «Una tragedia», de 1923, contando con un buen número de cuentos sin fechar, el lector encontrará en esta rigurosa edición casi un centenar de relatos con los que comprobar, o recordar, la altura creativa de Unamuno.
Desde que en 1891, Miguel de Unamuno llegó a Salamanca para hacerse cargo de la Cátedra de Lengua Griega en la Universidad, comenzó a demostrar su afición por las excursiones. Atraído por los pueblos de la Sierra de Francia, el valle de las Batuecas y la Peña de Francia, desea conocer la provincia y enseguida se pone a ello a pie y en caballerías. No tarda en mostrar predilección por el pueblo de La Alberca, el más citado en sus escritos, que protagoniza el artículo «Brianzuelo de la Sierra» publicado en 8 de agosto de 1900 en 'La Ilustración Española y Americana'. Ese texto se recupera ahora en este libro, con imágenes de la zona y un epílogo en el que Antonio Sánchez Puerto repasa el paso por La alberca del gran escritor de la Generación del 98.
El diario de destierro De Fuerteventura a París, donde el bronco verso que sirve a don Miguel para dar rienda suelta a la santa cólera que le provocaba ?la abyecta tiranía pretoriana que estaba saqueando y envileciendo su patria? en la época en que el libro fue escrito se combina con un verso más acendrado, en que el desnudo paisaje majorero actúa de contrapunto de tales saqueo y envilecimiento, constituye una obra de una importancia extraordinaria tanto para la vida y la obra del autor, en primer lugar, como para el destino de la propia España y la imagen de la tradicionalmente denominada ?Cenicienta de Canarias?, en segundo lugar. Para la vida del autor, porque dicha santa cólera contra la canalla que desgobernaba entonces su patria y la metafísica interpretación del paisaje desnudo de la humilde isla africana a que aquella lo había desterrado le sirvieron de catarsis en uno de los momentos más dramáticos de lo que él mismo llegó a llamar su ?vida de luchador por la verdad?. Para su obra lírica, porque dicho paisaje absoluto, libre de toda intervención o interferencia humana, permitió a don Miguel alcanzar por fin la comunión directa con la divinidad, que tanto había anhelado siempre. Para el destino de España, porque la repercusión que esos versos de denuncia tuvieron tanto dentro como fuera de los muros de su país, contribuyeron en buena medida al desmoronamiento de la ignominiosa tiranía primorriveriana. Y, para la imagen de Fuerteventura, porque esa misma interpretación trascendente del paisaje y del paisanaje insulares, convertidos por el autor en símbolos de su España eterna, redimió a la isla de la leyenda negra de tierra maldita que, debido a su aridez y al desdichado régimen señorial que había sufrido hasta el siglo XIX la había perseguido hasta que el poeta vasco le confirió una nueva dimensión moral y estética.