9788413373256
La Regenta
Leopoldo Alas «Clarín»
Editorial: Verbum Fecha de publicación: 21/09/2020 Páginas: 632Formato: 19,5 x 14 cm.
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Dominada por un poderoso motivo central -la pasión sacrílega del sacerdote Fermín de Pas por Ana Ozores de Quintanar-, " La Regenta " toma como hilo la existencia de esta hermosa joven de origen humilde y de exacerbada sensibilidad, casada con el regente don Víctor Quintanar, padre más que marido, en una ciudad de provincias. En su figura, tan ajena al medio al que va a parar, y a través de un relato apasionante, las diversas pugnas, conflictos y ambiciones de los miembros y estamentos de una sociedad caduca y asfixiante acabarán encontrando una víctima perfecta.
Dominada por un poderoso motivo central -la pasión sacrílega del sacerdote Fermín de Pas por Ana Ozores de Quintanar-, “La Regenta” toma como hilo la existencia de esta hermosa joven de origen humilde y de exacerbada sensibilidad, casada con el regente don Víctor Quintanar, padre más que marido, en una ciudad de provincias. En su figura, tan ajena al medio al que va a parar, y a través de un relato apasionante, las diversas pugnas, conflictos y ambiciones de los miembros y estamentos de una sociedad caduca y asfixiante acabarán encontrando una víctima perfecta.
Leopoldo Alas Clarín fue publicando cuentos, de manera ininterrumpida, desde que empezó a manuscribir en 1868, a los dieciséis años, el diario "Juan Ruiz". A lo largo de su vida, Clarín se debatió entre el cuento y la novela.Reseñando las narraciones de Palacio Valdés, "Aguas fuertes" (1894), escribía Clarín en 1885 en "El Globo": "No es más difícil un cuento que una novela, ni tampoco menos; de modo que hay notoria injusticia en considerar inferior el género de narraciones cortas, en el cual por cierto se han hecho célebres muchos escritores antiguos y modernos".Y en 1892, a propósito de unas reflexiones publicadas en "La Publicidad" sobre las relaciones entre el periodismo y la cultura, se detiene en "la moda del cuento", considerando las ventajas y los inconvenientes: "El cuento no es más ni menos arte que la novela: no es más difícil como se ha dicho, pero tampoco menos; es otra cosa: es más difícil para el que no es cuentista. En general, sabe hacer cuentos el que es novelista, de cierto género, no el que no es artista. Muchos particulares que hasta ahora jamás se habían creído con aptitudes para inventar fábulas en prosa con el nombre de novelas, han roto a escribir cuentos, como si en la vida hubieran hecho otra cosa. Creen que es más modesto el papel de cuentista y se atreven con él sin miedo. Es una aberración. El que no sea artista, el que no sea poeta, en el lato sentido, no hará un cuento, como no hará una novela".Clarín proyectó su ética y su estética, su voluntad creadora, por el camino de las novelas cortas y de los cuentos largos. Se inscribe, así, Clarín en las coordenadas del ámbito literario de la nouvelle europea de finales del siglo XIX. Las novelas cortas de Leopoldo Alas serías explicables en un contexto similar a las de Maupassant o Chéjov.
“Los libros no pueden ser morales ni inmorales”, afirmaba Clarín, en 1896, al coleccionar en libro sus «Cuentos morales». Así los llamó porque “en ellos predomina la atención del autor […] al «hombre interior», su pensamiento, su sentir, su voluntad”. Veintiocho relatos o “cuadros morales”, fruto, según José María Merino, de la “poderosa imaginación del autor para inventar personajes”. Un verdadero “archivo de almas”, muy representativo de la cultura española y europea del cuento periodístico y literario «fin de siècle». Más de un siglo después, con la capacidad poética —e irónica— de su prosa, Clarín, “cerebro y corazón (o viceversa) en entrañable ser único”, sigue invitando al lector a una fascinante y punzante, por muy íntima, exploración de la interioridad humana.
El Señor y lo demás, son cuentos es la primera colección de cuentos de Leopoldo Alas, «Clarín». El primer relato, «El Señor», cuyo título aparece, por voluntad del autor, destacado de los demás, es en realidad una novela corta intensamente lírica, y representa el ideal de un amor puro sublimado desde la atracción de la carne. Junto a él aparecen otros cuentos inolvidables: «¡Adiós, ?Cordera?!», «Cambio de luz», «Un viejo verde» y la leyenda «La rosa de oro». Se añaden otros satírico-humorísticos y el conjunto compone un retablo de ejemplos del vivir, iluminados por la fe y el amor o por la preocupación social. Considerado uno de los primeros especialistas en Clarín, Gonzalo Sobejano ofrece en esta edición las claves decisivas para conseguir una lectura enriquecedora de la obra. El volumen se completa con una Guía de lectura, preparada por Rafael Rodríguez Marín, que profundiza en el análisis práctico de los relatos.
Este tomo incluye:
• Ensayos y revistas
• Palique
• Crítica popular
• Siglo pasado
Dice Gonzalo Sobejano que el cuento es “la narración de un suceso notable” y la novela narra “la vasta red de sucesos y, sobre todo, la experiencia del sucederse de las acciones y las pasiones en el ámbito de todo un mundo; y no requiere la novela [...] que lo narrado sea ‘notable’, puede limitarse a representar lo más común y corriente de la humana existencia siempre que lo haga ‘con arte’”.
Con estos o parecidos criterios «Pipá» y «La Regenta» serían dos modélicos ejemplos de lo que diferencia el cuento de la novela. Estableció Clarín otra diferencia: la del enorme esfuerzo que suponía escribir una novela, sin que para él tuviera compensación económica acorde. Pero ello era una exigencia sine qua non para dar el salto de la narración de «un suceso» —el cuento— a una “vasta red de sucesos” —la novela—, una exigencia que él no estuvo siempre dispuesto a dar. Lo dio en sus dos novelas terminadas, «La Regenta» y «Su único hijo», pero no quiso o no pudo darlo, lo que le creó una permanente tensión interna –¿mala conciencia de que sacrificaba su obra de novelista por unas pesetas?–, dejando sin terminar las novelas que había empezado y se quedaron inacabadas y no empezando a escribir las que tenía pensado, según repitió una y otra vez en cartas a sus amigos escritores y a sus editores.
Clarín además de narrador, cuentista y novelista, fue excelente crítico literario. Mucho escribió sobre su concepción de la novela y su idea del Naturalismo. Respecto al Naturalismo, Clarín adoptó una actitud recreadora, de reelaboración teórica, reformulando un naturalismo “a la española”, diferente del francés, más próximo al realismo al que continúa y vacía de prejuicios ideológicos y moralizantes.
En el Naturalismo vio Clarín la culminación de su concepto de novela, concibiéndola como el género hegemónico de su tiempo.
Dice Gonzalo Sobejano que el cuento es “la narración de un suceso notable” y la novela narra “la vasta red de sucesos y, sobre todo, la experiencia del sucederse de las acciones y las pasiones en el ámbito de todo un mundo; y no requiere la novela [...] que lo narrado sea ‘notable’, puede limitarse a representar lo más común y corriente de la humana existencia siempre que lo haga ‘con arte’”.
Con estos o parecidos criterios «Pipá» y «La Regenta» serían dos modélicos ejemplos de lo que diferencia el cuento de la novela. Estableció Clarín otra diferencia: la del enorme esfuerzo que suponía escribir una novela, sin que para él tuviera compensación económica acorde. Pero ello era una exigencia «sine qua non» para dar el salto de la narración de “un suceso” —el cuento— a una “vasta red de sucesos” —la novela—, una exigencia que él no estuvo siempre dispuesto a dar. Lo dio en sus dos novelas terminadas, «La Regenta» y «Su único hijo», pero no quiso o no pudo darlo, lo que le creó una permanente tensión interna –¿mala conciencia de que sacrificaba su obra de novelista por unas pesetas?–, dejando sin terminar las novelas que había empezado y se quedaron inacabas y no empezando a escribir las que tenía pensado, según repitió una y otra vez en cartas a sus amigos escritores y a sus editores.
Leopoldo Alas Clarín fue publicando cuentos, de manera ininterrumpida, desde que empezó a manuscribir en 1868, a los dieciséis años, el diario Juan Ruiz. A lo largo de su vida, Clarín se debatió entre el cuento y la novela.
Reseñando las narraciones de Palacio Valdés, Aguas fuertes (1894), escribía Clarín en 1885 en El Globo: «No es más difícil un cuento que una novela, ni tampoco menos; de modo que hay notoria injusticia en considerar inferior el género de narraciones cortas, en el cual por cierto se han hecho célebres muchos escritores antiguos y modernos».
Y en 1892, a propósito de unas reflexiones publicadas en La Publicidad sobre las relaciones entre el periodismo y la cultura, se detiene en «la moda del cuento», considerando las ventajas y los inconvenientes: «El cuento no es más ni menos arte que la novela: no es más difícil como se ha dicho, pero tampoco menos; es otra cosa: es más difícil para el que no es cuentista. En general, sabe hacer cuentos el que es novelista, de cierto género, no el que no es artista. Muchos particulares que hasta ahora jamás se habían creído con aptitudes para inventar fábulas en prosa con el nombre de novelas, han roto a escribir cuentos, como si en la vida hubieran hecho otra cosa. Creen que es más modesto el papel de cuentista y se atreven con él sin miedo. Es una aberración. El que no sea artista, el que no sea poeta, en el lato sentido, no hará un cuento, como no hará una novela».
Clarín proyectó su ética y su estética, su voluntad creadora, por el camino de las novelas cortas y de los cuentos largos. Se inscribe, así, Clarín en las coordenadas del ámbito literario de la nouvelle europea de finales del siglo xix. Las novelas cortas de Leopoldo Alas serían explicables en un contexto similar a las de Maupassant o Chéjov.