«Indianos, seminaristas, curas de aldea, letras de tangos y de canciones españolas; pensiones estudiantiles, homosexuales confesos y disimulados; míticos locutores deportivos creadores de la retórica beocia al uso; niños entristecidos, graves niños de España en cuyos ojos asoma una luz negra, como dice Aleixandre en los versos que se citan al frente de la novela; cazadores filosóficos y deliberanos; coplas populares, confesionarios, solteronas; Freud y Marx reducidos a caricaturas de sí mismos; profesores agrisados por los trienios; represiones -no solo pero sobre todo sexuales-; universitarios izquierdistas de cartón piedra e informadores metereológicos para quienes "todo el tiempo hace buen tiempo en el resto" pululan en este cálido relato sobre el que gravita la carga moral de la culpa, un sentimiento que condiciona la trayectoria vital del protagonista. El conjunto compone el retrato en sepia de una cierta España, trazado con técnica que propende a la míxtura y la miscelánea. A ese propósito ayuda el uso subjetivo y heterodoxo del presente y el pasado narrativos, que se simultanean con naturalidad desconcertante en un relato capaz de difuminar las distancias entre el tiempo pasado y el actual, hasta desembocar en una cena memorable, donde confluyen todos los hilos de la trama. La alternancia a veces brusca del las formas verbales ("Se quedó dormido y poco después lo despierta un empleado de Renfe que amablemente requiere a los viajeros...") confiere al texto un efecto de vaivén que seduce: a poco de comenzar la lectura es imposible escapar del universo casi hipnótico que Juan Luis Suárez ha creado, como el artesano de la lengua que es.» (Jullián Moreiro Prieto, en el prólogo al libro).

Pretende iniciar al alumno en el análisis literario y facilitarle la adquisición del hábito de lectura. El análisis y la manipulación de textos literarios se convierte en este manual de aula en una actividad amena, rigurosa, creativa y didácticamente eficaz.

En gran parte de los capitulillos no hay orden temporal y más que historias al uso son como piezas revueltas de puzle o fichas desordenadas de dominó, mundos donde se mueven y respiran los personajes. Los versos, al modo del coro en el teatro antiguo, hacen de estribillos que interactúan con la historia central. Los pasajes en negrita sí cuentan con orden sucesivo, donde hay antes y después. En el diálogo final no existe el tiempo.
Tardó en dormirse y tuvo una pesadilla. En un paisaje ciego, veía vacas fulminadas y penitentes cojos llevando cruces procesionales, detrás venía un monaguillo aspergiendo un incensario fétido y otro haciendo sonar su campanilla desafinada, luego venía don Narito persiguiéndola a la vieja con intenciones oscuras y después la bendecía con una mano amputada. Ella rezaba en un latín raro. ?Liberum atque conspiter in omnia mundus santorum bonorum est. Ibi calens latinato particula tibi in panibus deictunt male. Amen.
«Échame pacá los labios, que te chupe yo un besito». Soltó una carcajada, se me rindió y yo chupé. «Haz de mí lo que quieras, papito». Y después de chingar me dijo: «No se lo diga al amo, que no quiere que temple con blanco». «Oká», dije yo. Luego un buchito de café, un traguito de ron, candela a un tabaquito y ya. Chiao, pescao. Bueno, no, alguna vez a los nueve meses recibí noticias que no esperaba. Qué contratiempo, compañero, pero después... Mi dinero me costaron aquellos revolcones, caballero, porque mantener contenta la minga cuesta lo suyo».