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«La más grande, la más bella impresión de mi vida», escribía el dandy Jean Lorrain a su madre en 1898 desde Venecia. Había llegado en otoño, cuando la luz crepuscular transforma la ciudad en un decorado decadente, lleno de melancolía. De sus cuatro estancias surgieron varios textos de singular belleza, repletos tanto de poesía como de conocimiento. En los que se reúnen en Salvad Venecia nos ofrece una visión de la Venecia de entre siglos notablemente realista, aunque también fascinada, emocionada y sentimental.
En algunas páginas lanza un grito angustiado por la posible desaparición de la ciudad, víctima de su deterioro arquitectónico y su abandono (como demuestra la caída del Campanile en 1902); en otras, se olvida de esa misma ruina y brotan todas las sensaciones que provoca en su espíritu exquisito. Anna de Noailles las calificó como «el más brillante elogio» de Venecia que se había escrito.
«Es esta sensación de ensueño, este hundimiento y este retroceso hacia el pasado, esta vida que se escurre dentro del silencio, agudizado por susurros de aguas lentas y ecos de voces lejanas que repercuten en el agua… es esta vida en retirada y como a la deriva, dentro de una sombra silueteada por viejas iglesias y palacios… es, en fin, esta inmensa tristeza, embriagadora y nostálgica, que se siente ante los horizontes ya vistos en cuadros famosos, son todas estas complejidades turbadoras, apasionantes y profundas que sintetizan la influencia y la voluptuosidad misma de Venecia. Y este imperioso poder de la ciudad también lo padecieron otros: Lord Byron, Alfred de Musset, Richard Wagner.»
• Jean Lorrain se llamaba en realidad Paul Alexandre Martin Duval y escribió bajo seudónimo a petición de su padre. Nació en Fécamp en 1855 y murió en París a los cincuenta años, en 1906.
Después de sus estudios se alistó en los húsares «por estética» y se instaló en París, donde no llegó a concluir la carrera de Derecho y comenzó su vida de bohemia y dandismo, su adicción al opio y al éter (sobre la que basó sus famosos Cuentos de un bebedor de éter) y una carrera periodística y literaria tan fulgurante como representativa del espíritu fin-de-siècle, llena de jugosas anécdotas: sus duelos frustrados con otros escritores, como Guy de Maupassant o Marcel Proust; sus escándalos en el café La Bohème o el cabaret Le Chat Noir; su amistad con Barbey d’Aurevilly y Huysmans; la declaración pública de su homosexualidad; su pasión por las joyas, los perfumes y los lujos más extravagantes…
Lorrain se dedicó a todos los géneros literarios y publicó poemarios, novelas, relatos, piezas teatrales y libros de crónicas o viajes, de entre los que cabe destacar El burdel de Filiberto, Monseiur de Bougrelon, Horas de África, Monsieur de Phocas o Mujeres de 1900.
• Traducción de Juan José Delgado Gelabert.