• ISBN: 9788489239302
• Estado: Bueno. Prólogo de Mario Merlino. Incluye un Reglamento instructivo para la constitución del Club de los Filócalos.

La Filocalia o arte de distinguir a los cursis de los que no lo son es el opúsculo publicado en 1868 por el político y miembro de la Real Academia Española, Francisco Silvela, en colaboración con S. de Liniers.

«El ser cursi es independiente de la posición, de la riqueza y hasta de la belleza natural de un sujeto.» Así de tajantes y decididas son las afirmaciones que hace Francisco Silvela en este opúsculo, que además de una reflexión lúcida sobre la cursilería, posee un gran sentido del humor.
La tendencia a la falsificación y a lo inauténtico son también rasgos de lo cursi. Toda afectación, ya sea a través del exhibicionismo de los pedantes, el deseo de aparentar, y como actitud suprema de esa forma servil del pensamiento guiada por el temor a caer mal, está en la base de la cursilería.
Francisco Silvela nos ayuda a distinguir a los cursis de los que no lo son y a desentrañar esa retórica plagada de exaltación de los sentimientos, abuso de la abstracción y regodeo en el pasmo, tan propia de todos los tiempos.

-- Francisco Silvela (1843-1905), político y escritor español, jurista de reconocido prestigio, fue diputado a Cortes, ministro de Gobernación, adscrito al grupo conservador de Cánovas del Castillo. Ocupó la presidencia de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación entre 1888-1889. Fue presidente del Consejo de Ministros entre 1899 y 1903. Ese año se retiró de la vida política y nombró a Antonio Maura como su sucesor.

Rústica con cubiertas actuales. 24x17. 15 pp. Separata de las Memorias de la Real Academia Española. Tomo VIII. Imp. de los Hijos de M. G. Hernández. Madrid, 1902.
Manuel Silvela y de Le Vielleuze (París, 9 de marzo de 1830 - Madrid, 25 de mayo de 1892). Abogado, escritor, académico y político español. Desde muy joven había colaborado en periódicos y revistas de Madrid, publicando trabajos que se recomendaron por su elegante y castizo estilo, erudición y amenidad, y que llegaron a ser traducidos a varios idiomas. Así popularizó pronto su pseudónimo “Velisla”, anagrama de su apellido, con que solía firmar sus trabajos literarios. Éstos le llevaron en 1870 a la Real Academia Española, leyendo en el acto de su recepción un discurso sobre la influencia ejercida en el idioma y en el teatro español por la escuela clásica que floreció desde los comienzos del S.XVIII. Colaboró en La Ilustración, Diario Español, Revista de España, El Heraldo y El Imparcial. Fue elegido Académico de Número de la Real Academia Española y de la Historia.