Los pájaros, estrenada hace ahora sesenta años, sigue siendo una de las películas más terroríficas y populares de Alfred Hitchcock. Es también una de las más enigmáticas, pues frente al resto de su filmografía, donde todo termina encajando como en un puzle, aquí el misterio no se desvela al final y tanto los protagonistas como los espectadores se quedan sin saber por qué atacan las aves a seres inocentes, «por qué hacen eso», como dicen los propios personajes.
Con su peculiar sentido del humor, durante la promoción de la película el cineasta no dejó de espolear la curiosidad del público, pero también advirtió que existía «una amenaza aterradora acechando justo debajo de la conmoción y del suspense superficiales de Los pájaros. Cuando la descubras tu placer se verá más que duplicado». Como una moderna esfinge, Hitchcock nos invitaba a descubrir la solución del enigma de los pájaros, a mirar con otros ojos lo que sucede en la pantalla. Y es que a veces la respuesta está a la vista, en un simple detalle, en una sencilla palabra.

Francisco González Fernández (París, 1964) es catedrático de filología francesa de la Universidad de Oviedo. Traductor y ensayista, ha centrado su investigación en el ámbito de la epistemocrítica, y en particular en las relaciones de la literatura y las matemáticas. Su pasión por el cine le ha llevado a colaborar con UniversoMedia del Festival de Cine de Gijón y a publicar varios trabajos sobre Orson Welles, Hitchcock o los hermanos Coen. Es autor de La scène originaire de Madame Bovary, de Literatura francesa del siglo XX y de Esperando a Gödel. Literatura y matemáticas. En Krk ha editado y traducido obras de Philippe Claudel, Antonin Artaud, Charles Nodier y Henri Poincaré.

Adiós, prados felices, publicado originariamente en 1973 y traducido para esta edición por primera vez al español, es el primero de los tres libros de memorias de Kathleen Raine, abarcando los años de su infancia y adolescencia, y más tarde reunido, junto con los dos libros posteriores, en un solo volumen titulado Autobiographies (1991). En él, la autora rememora el paraíso de su infancia, la aldea de Bavington junto a la frontera escocesa donde aprendió a amar la naturaleza, así como el desposeimiento que experimentó al irse a vivir con sus padres a un suburbio de Londres, sensación que la acompañaría ya siempre. Naturaleza, poesía, amor filial y los primeros enamoramientos desfilan por estas memorias del despertar a la vida en una de las personalidades literarias más extraordinarias del siglo XX.


Kathleen Raine (Londres, 1908-2003) es autora de una docena de libros de poesía, ensayos literarios de gran alcance, como los que dedicó a su maestro William Blake, y fundadora de la revista Temenos y de la academia del mismo nombre. Ajena a las modas literarias de su época, su obra se adscribe a una corriente de pensamiento intemporal, que toma de Platón y de los Vedas un sentido sagrado de la existencia y una dedicación absoluta al mundo de la imaginación. Sus libros de memorias constituyen un testimonio único de la vida interior que alumbra.

La edición y traducción de este Adiós, prados felices es obra de Adolfo Gómez Tomé (Mirabel, Cáceres, 1969) y Natalia Carbajosa (El Puerto de Santa María, 1971). El libro viene presentado, además, con prólogo de Benito Estrella.