Mucho se ha hablado del terrorismo de ETA en las décadas de los 70 y 80, pero nunca se había escrito esta historia desde la mirada limpia e inocente de los niños cuyos padres estaban amenazados o fueron asesinados por la organización terrorista. La autora fue uno de esos niños que al igual que otros, vivió unos acontecimientos que ningún niño debería vivir jamás. 

El testimonio novelado Los niños de Lemóniz es la suma de recuerdos recuperados. Habla de personas, emociones y situaciones, pero sobre todo habla de niños, de cómo ellos vivieron esa realidad, de cómo sus padres, ante situaciones límite, intentaban ocultar lo que estaba ocurriendo con el único objetivo de protegerlos. Niños que nunca fueron tenidos en cuenta, ni siquiera en las estadísticas. Y también habla de mujeres, de madres que, a pesar de su juventud, fueron extremadamente valientes, generosas, protectoras y luchadoras.

Año 2017. Ángela es una mujer de 42 años que va a ser madre por primera vez. Cuando recoge cajas de su antiguo piso para hacer la mudanza a su nuevo hogar, descubre una con recuerdos de cuando era pequeña e iba al colegio en una ikastola del País Vasco.

Flashback al año 1978. Ángela cumple tres años. Su padre es uno de los ingenieros del proyecto de la central nuclear de Lemóniz. La familia vive en un pequeño pueblo del País Vasco. Por esas fechas, ETA comete el primer atentado con víctimas mortales contra la central. A partir de ahí, seguimos la infancia de Ángela y su amiga Laura, a quienes sus padres quieren proteger de una realidad cada vez más hostil. Ante el escenario dramático del creciente acoso del terrorismo a los trabajadores de Lemóniz, estas niñas nos dan su visión inocente. Son las víctimas invisibles, de las que nadie hablará.