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Las semanas que siguen al nacimiento son como la travesía por un desierto poblado de monstruos: las nuevas sensaciones internas que asaltan el cuerpo del niño.
Tras el calor del seno materno, después del abrazo que es el nacimiento, llega la soledad helada de la cuna y entonces surge una fiera, el hambre, que muerde al bebé en las entrañas.
Sin embargo, lo que trastorna al niño no es la crueldad de la herida. Es la novedad, que confiere al ogro unas proporciones inmensas. ¿Cómo calmar semejante angustia?
¿Alimentar al niño? Sí. Pero no solo con leche. Hay que abrazarlo, acariciarlo, acunarlo? y masajearlo. Hay que hablarle a su piel; hablarle a su espalda, que tiene tanta sed y tanta hambre como su vientre.
En los países que asesoran el sentido profundo de las cosas, las mujeres todavía conservan esta sabiduría. Aprendieron de sus madres y enseñarán a sus hijas este arte profundo, sencillo y muy antiguo que ayuda a los niños a aceptar el mundo y sonreír a la vida.
Una semana después de cumplir 41 años, a la poeta Anne Boyer le diagnosticaron un cáncer de mama triple negativo de pronóstico grave que requería un tratamiento muy agresivo. Como madre soltera habituada a vivir al día y a prodigar cuidados antes que a recibirlos, la dramática enfermedad supuso una crisis, pero también un punto de partida para recapacitar sobre la mortalidad y las políticas de género relacionadas con la salud. Desmorir es la descarnada narración del proceso de enfermedad y supervivencia de la autora, pero es también un libro de memorias que se rebela contra el género memorístico, un recuento personal que rechaza limitarse a lo personal. Sumándose a la larga lista de autoras que han escrito sobre su dolencia, e incluso sobre su muerte, como Audre Lorde, Kathy Acker y Susan Sontag, Boyer reflexiona con furia, brillantez y clarividencia sobre la enfermedad y la salud en nuestra sociedad, abordando temas como la experiencia corporal y mental del dolor, la proliferación de charlatanes y oportunistas, el abuso de las farmacéuticas, el cinismo político en el debate de sanidad pública versus privada, y, en definitiva, la hipocresía que envuelve la industria de la salud en nuestro mundo. Obra reconocida con el Premio Pulitzer de No Ficción en 2020, profundamente humana y conmovedora, Desmorir es una imprescindible meditación acerca de la enfermedad en un mundo capitalista, y acerca de las miserias y las grandezas de la vida contemporánea.
«Una irrupción sobrecogedora y necesaria en nuestros discursos sobre la enfermedad y la salud, el arte y la ciencia, el lenguaje y la literatura, y la mortalidad y la muerte».
Sally Rooney
Principales puntos fuertes:
- Compañero ideal para los estudiantes de francés, adolescentes y adultos que preparan el nivel A2 del CECR (Marco comun europeo de Referencia para las lenguas)
11 capítulos temáticos.
- Más de 220 actividades.
- 44 lecciones en doble página: una ficha gramatical (página de la izquierda) y herramientas para la puesta en práctica (página de la derecha).
- Un recapitulativo “On fait le point” al final de cada capitulo que permite revisar los aspectos más importantes aprendidos a lo largo de la lección.
- Cuadro de conjugación, construcciones verbales y el alfabeto fonético al final del libro.
- Un CD-audio que contiene todas las comprensiones orales.
- Documentos complementarios en la plataforma de Editions Maison des Langues (http://espacevirtuel.emdl.fr/): transcripciones, grabaciones y solución de los ejercicios.
Un niño que vive en un internado dirigido por monjas tiene un encuentro que lo marca de por vida: una de sus cuidadoras se encierra con él cada tarde, se desnudan, se tocan, se besan, y quizá algo más, pero ese niño, ya adulto, no recuerda todo, y emprende este relato para tratar de contar ese olvido, para tratar de traer a su vida los ojos negros de esa joven cuidadora que, para él, representan el amor. A partir de ese episodio, se suceden todas las historias de amor que ha tenido el narrador, cada una de las mujeres con las que ha estado: detrás de todas esas mujeres busca los ojos negros de su primera vez.
Fue en los siglos XVIII y XIX cuando se abrieron las puertas del erotismo en la literatura. Entonces, poetas y escritores sacaron a luz las ansias y angustias de la sexualidad, hasta entonces censuradas. Esta antología recoge los textos eróticos clave de este período, desde un popular best-seller de época como fue El portero de los cartujos hasta dos obras literariamente maestras: Teresa filósofa, del francés Boyer d;Argens, y Fanny Hill, del inglés John Cleland.
Los dominios de Venus recopila distintas variantes del erotismo: desde la sexualidad desatada de Gamiani, dos noches de pasión, hasta aspectos como el sadomasoquismo, a través de la novela que sirvió a Sigmund Freud para describirlo: La Venus de las pieles, del alemán Sader-Masoch, o La mujer y el pelele, de Pierre Louÿs, al filo del siglo XX. Desde el primer ejemplo literario del hombre, del varón, vendiéndose como mercancía sexual en El libertino de calidad, del Conde de Mirabeau, hasta la experiencia real descrita por la Carta a la Presidenta, de Théophile Gautier, que aborda el deambular de los artistas en torno a una mantenida, en las últimas décadas del siglo XIX, en busca de un placer que rompiera las barreras de la rutina.
• Edición de Mauro Armiño.
Las semanas que siguen al nacimiento son como la travesía de un desierto poblado de monstruos: las nuevas sensaciones internas que asaltan el cuerpo del niño.
Tras el calor del seno materno, después del abrazo que es el nacimiento, llega la soledad helada de la cuna y entonces surge una fiera, el hambre, que muerde al bebé en las entrañas.
Sin embargo, lo que trastorna al niño no es la crueldad de la herida. Es la novedad, que confiere al ogro unas proporciones inmensas. ¿Cómo calmar semejante angustia?
¿Alimentar al niño? Sí. Pero no solo con leche. Hay que abrazarlo, acariciarlo, acunarlo... y masajearlo. Hay que hablarle a la piel; hablarle a su espalda, que tiene tanta sed y tanta hambre como su vientre.
En los países que han conservado el sentido profundo de las cosas, las mujeres todavía conservan esta sabiduría. Aprendieron de sus madres y enseñarán a sus hijas este arte profundo, sencillo y muy antiguo que ayuda a los niños a aceptar el mundo y sonreír a la vida.