www.paquebote.com > ALEJANDRO FERNANDEZ BARRAJON
La felicidad no es un medio, sino una meta. Dios mismo es la felicidad para todos los seres humanos. Y Dios no es un medio, es un fin al que nos dirigimos, seamos conscientes o no. Por eso, entre nuestros propósitos más inmediatos ha de figurar siempre la búsqueda de la felicidad, la nuestra y la de nuestros semejantes, con los que navegamos en la misma barca.Estamos aquí para ser felices. Hemos sido creados para el amor y la felicidad, aunque nos empeñemos muchas veces en no amar y en ser infelices. Cuando vivimos la vida con sencillez y sin violencia, con serenidad y humildad, nos brota la alegría como el agua del manantial, sin violencia. Si, además, hemos hecho el propósito de hacer felices a los demás, la alegría se convierte en un medio para llegar a los otros y regalarle lo mejor de nosotros mismos.
Un libro lleno de latidos, de ilusiones, de conquistas y de frustraciones. Un escritor con mucha alma, "tal vez demasiada", reconoce el propio Barrajón... El religioso mercedario vuelve a desnudarse en esta obra, "desnudarme sin pudor para liberarme de todo ese pasado gris y multicolor que llevo colgado como una mochila de lastre en las costillas del alma". A través de estas páginas, retrata fotogramas de su vida -su infancia, sus padres, el seminario, la vocación, la vida consagrada...-, algunos amarillos y desgastados, otros frescos y actuales, todos puestos ante los ojos del lector "para rescatarme del olvido cobarde del tiempo y sentirme yo contigo y sentirte a ti conmigo. En el centro de todas las noches y todos los amaneceres, Dios, "mi Dios, mi adorado Dios".
Dice el autor que este libro surgió al escuchar, impresionado, la hermosa interpretación que un compañero suyo ofrecía de los símbolos que aparecen en el relato de la boda de Caná. Jesús no escogió una cátedra, ni una escuela oficial, ni el Templo, para manifestarse a sus discípulos y comenzar su vida pública y el anuncio del Reino. Escogió una boda, un encuentro festivo de amigos. Algo estaba cambiando de manera sustancial. Una nueva mentalidad se abría paso en nombre de Dios. Una mentalidad que necesitaba contar con lo humano para no descuidar lo divino. Un estilo que muchos, ayer y hoy, no le perdonarán.
Este es un libro existencialista y poético. Un acentuado tinte autobiográfico enmarca todas sus reflexiones. Así, a pecho descubierto, con tintes de una consciente ingenuidad que brota de la libertad que otorga el haber luchado y superado una cruenta guerra con la enfermedad, acompañada de una noche oscura en la fe y de ciertas desavenencias o incomprensiones en los ámbitos eclesiásticos en los que le tocó vivir, el autor expone su muy personal castillo interior: sentimientos, experiencias, ideas, historia, denuncias, sueños, utopías, esperanzas...Se puede decir que, como idea transversal, esta obra es un apasionado canto a la vida, pues quiere ofrecer a sus lectores, como a borbotones, un impulso alentador evangélico que evite el derrotismo, el conformismo y, por supuesto, el fatalismo que ahogue la esperanza.
Este libro #dice el autor# no es una reflexión desde la cabeza o desde el razonamiento, sino sobre la amistad y sus amigos. Dios, el «biendador», le ha regalado la dicha de poder escribir y de disfrutar con ello, pero también le exige cada día que lo haga pensando en los lectores, en tantos que buscan una palabra de ánimo, a modo de palmadita en la espalda, para seguir adelante cuando se alargan las sombras, el camino se hace angosto y nos domina el vértigo.
El mosaico que constituyen estas páginas es la vida, decorada con hermosas teselas de color y belleza, pero también de teselas rotas y desprendidas, porque todo lo humano es frágil y quebradizo. Y la amistad es, sin duda, una compañera feliz y necesaria en esta travesía que es la vida.