En una casa al mig del bosc vivien tres óssos: un era petit, l’altre era mitjà i l’altre era gran. El petit tenia una tassa petita, el mitjà tenia una tassa mitjana i el gran tenia una tassa gran. I el mateix passava amb les cadires, els llits i qualsevol altra cosa.

Había una vez una casa en el bosque en la que vivían tres osos: uno pequeño, uno mediano y uno grande. El pequeño tenía un tazón pequeño, el mediano tenía un tazón mediano y el grande tenía un tazón grande. Lo mismo pasaba con las sillas, las camas y cualquier otro objeto.

Había una vez dos pobres campesinos, un hombre y una mujer, que estaban muy tristes porque no tenían hijos. Un día, la mujer le dijo a su marido que estaba esperando un hijo. Durante algunos días, la felicidad reinó en la casa, pero muy pronto comenzaron los problemas…

Hi havia una vegada dos pagesos molt pobres, un home i una dona, desconsolats perquè no tenien fills. Un dia la dona va dir al marit que a dins seu hi estava creixent un nen. Durant alguns dies la felicitat va habitar a casa seva, però poc després van començar els problemes…

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Hi havia una vegada un rei vidu que tenia una filla anomenada Blancaneus. Un dia es va casar amb una dona bonica, però dolenta. La nova reina, que a més era bruixa, cada vespre li demanava al mirall: “Qui és la més bella, mirallet? Si no em complaus et faré a trossets”.

Había una vez una niña que vivía con su madre en una aldea. La abuela, que vivía en el bosque a media hora de camino, la quería mucho, y le había regalado una capa de terciopelo rojo. Aquella capa le gustaba tanto a la niña, que la llevaba siempre puesta, y todos la llamaban Caperucita Roja.

Había una vez un leñador que vivía cerca de un gran bosque con su esposa y dos hijos habidos de la primera esposa, que había muerto. Los cuatro eran muy pobres y no tenían para comer. «¡Lleva los niños al bosque y abandónalos!» sugirió una noche la madrastra a su marido. «¡Se alimentarán de arándanos y así nosotros tendremos suficiente pan para los dos!»

Había una vez un hombre que tenía un viejo asno con el que había llevado los sacos de harina al molino durante años. Un día el hombre lo miró pensando: "estás cansado, asno mío: mañana me desharé de ti." Pero los burros son inteligentes, y cuando el asno vio aquella mirada, no esperó al amanecer...