?La Iglesia debe profesar y proclamar la misericordia divina en toda su verdad?. San Juan Pablo II. Encíclica Dives in misericordia.
?Quiero consagrar solemnemente el mundo a la Misericordia divina. Lo hago con el deseo ardiente de que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través de santa Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene su corazón de esperanza?. San Juan Pablo II. Homilía de la Santa Misa de consagración del santuario de la Divina Misericordia en Cracovia-?agiewniki. 17-agosto-2002.
?El culto a la Misericordia divina no es una devoción secundaria, sino una dimensión que forma parte de la fe y de la oración del cristiano?. Benedicto XVI. Ángelus del domingo 23 de abril 2006. Fiesta de la Divina Misericordia.
?Es la misericordia la que pone un límite al mal. En ella se expresa la naturaleza del todo peculiar de Dios: su santidad, el poder de la verdad y del amor?. Benedicto XVI. Homilía de la Santa Misa del domingo 15 de abril de 2007. Fiesta de la Divina Misericordia.
?Este tiempo es un kairós de misericordia. Pero esta primera intuición la tenía Juan Pablo II, cuando comenzó con Faustina Kowalska, la Divina Misericordia? tenía algo, se dio cuenta de que era una necesidad de este tiempo?. Francisco. Rueda de prensa durante el vuelo de regreso a Roma tras la JMJ de Brasil. 29 de julio de2013.
?Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro?. Francisco. Bula Misericordiae Vultus. 11 de abril de 2015, víspera de la Fiesta de la Divina Misericordia.
A lo largo de mi vida me he sentido inclinado hacia una reflexión personal sobre el misterio del Corazón de Jesús. Desde el noviciado en los jesuitas, me fascinaba la extraña claridad que emana de este Corazón? Florentino Alcañiz, el jesuita español de principios de siglo, me reveló que, para la Iglesia, el misterio del Corazón de Jesús era «una síntesis de toda la religión». Esta expresión de Pío XI ya no dejaría de abrirse camino tanto en mi corazón como en mi inteligencia; un camino marcado por acontecimientos providenciales: durante los estudios humanísticos, el encuentro con ?F. Charmot, sj, maestro formado en la escuela de Francisco de Sales; en el filosofado, el grupo San Juan, formado con Charles André Bernard y Albert Vanhoye para revelarnos unos a otros las riquezas del Corazón de Jesús; en el primer año de teología, la inesperada publicación de la encíclica Haurietis aquas y la creación de un grupo de investigación en torno a André Rayez, director del Dictionnaire de Spiritualité? en el Instituto catequético Lumen Vitae, de Bruselas? En el camino tuve que acoger puntos de vista originales de hombres de pensamiento como el Card. Hans Urs von Balthasar, el teólogo Karl Rahner y el inclasificable Teilhard de Chardin? En este volumen se reúnen los fragmentos más interesantes de una producción que se extiende a lo largo de unos treinta y cinco años? Como la onda producida por una piedra arrojada al agua se extiende imparablemente desde el centro hasta la periferia, recorriendo gradualmente toda la extensión de la superficie del agua, este símbolo amoroso del centro reunifica infaliblemente toda la visión cristiana en torno al misterio del amor redentor.
La evangelización se ha convertido actualmente en la ocupación y la preocupación fundamental de la Iglesia en general y de las comunidades eclesiales concretas. Por ello se han realizado enormes esfuerzos en la revisión y renovación de los métodos, estrategias y planes pastorales. Asimismo el primer anuncio va adquiriendo una clara prioridad. Ahora bien, todos estos proyectos ¿han ido acompañados del mismo interés por el Jesús que es anunciado?, ¿no se da por supuesto demasiado rápidamente quién es el Jesús anunciado? En la cultura actual, y en el seno mismo de la Iglesia, se han multiplicado las imágenes y las concepciones sobre Jesús, ¿en qué medida contribuye cada una de ellas a alimentar el gozo de evangelizar? Estas cuestiones y esta situación provocan incertidumbre y perplejidad en muchos corazones. Para superarlas se requiere un discernimiento comunitario permanente sobre el Jesús que anunciamos. Hacen falta por tanto criterios para facilitar ese discernimiento necesario y urgente. Es lo que pretende este libro en nuestro contexto pluralista y multicultural: ayudar a precisar de quién hablamos realmente cuando hablamos de Jesús. Es base y presupuesto para la evangelización en el momento presente.