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ISBN:

978-84-8367-801-5

Discurso del método. Dióptrica, Meteoros y Geometría, ensayos de este método.

Editorial: Krk   Fecha de publicación:    Páginas: 526
Formato: Tapa dura, 16 x 24,5 cm.
Precio: 49,95
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Disponible. Envío inmediato.

• Edición de Guillermo Quintás Alonso

Descartes nos ha dejado su «historia» en el Discurso del método; en ella sólo dio cabida a la evolución intelectual que inició «con gran suerte» por los años de su juventud, cuando «poseído por dudas y errores» sentía la necesidad de aprender «a distinguir lo verdadero de lo falso con la finalidad de ver claro en sus acciones y de avanzar con seguridad en esta vida». Al articular esa historia, resalta que su deseo de juventud se acrecentaba a medida que cobraba conciencia de «la diversidad de opiniones que pueden darse en torno a una misma materia», de «la vanidad de la mayor parte de las empresas acometidas en su siglo» y, también, de «aquella corrupción de las costumbres» surgida del dogmatismo más intolerante generado por los distintos «credos» y poderes, alentados por la misma educación que acostumbra a proponer «las propias opiniones de forma muy paradójica con el fin de atraer a mayor número de personas a la disputa», y cuya crueldad superó lo que podríamos considerar como su capacidad imaginativa.
La síntesis de acciones que Descartes materializa al gestar este título es tan acertada como cuidada en los pormenores y detalles. A veces parece aislar este motivo primario. Pero no es así, pues solo deja filtrar algún deseo personal que, como el de «vivir gozando de la libertad» y de «los frutos de la paz», «tratar de ser más espectador que actor en todas las comedias que en el mundo se representan a diario» o «disfrutar de todas las comodidades que pueden ofrecer las villas más pobladas», deberían ser participados e incorporados por cuantos vivían en aquella Europa tan insegura como dogmática, tan cruel como pícara e indigente, que solo invitaba a «vivir tan retirado y solitario como quien vive en uno de los desiertos más apartados». Y, sin embargo, su correspondencia, integrada por al menos 575 cartas, constituye una parte significativa de su obra, volcada en el conocimiento de las innovaciones científicas y en el desarrollo de proyectos vinculables a «la filosofía práctica», cuyo manifiesto presenta en estas páginas. De esa filosofía práctica da buena muestra al confeccionar estos ensayos (Dióptrica, Meteoros y Geometría) y al seleccionar el mismo objetivo que juzga prioritario para la ciencia de su época: el desarrollo de la medicina.

El biógrafo de Descartes (1596-1650) tiene ante sí una tarea muy compleja. Podemos dar fechas de edición de sus obras, detallar sus desplazamientos y la duración de sus estancias en una u otra ciudad, pero carecemos de los testimonios que nos permitirían comprender sus rechazos, ausencias, estancias, presencias y partidas, distancias, decisiones, insidias y calumnias sufridas y contestadas. Descartes voló todos los puentes para evitar el tránsito de biógrafos por su vida: «al igual que los actores, […] yo, en el instante de presentarme en la escena del mundo, donde hasta ahora solo he sido espectador, camino enmascarado». Ese vivir «tan retirado y solitario» que ensalza, ¿no es una forma de reivindicar la independencia y libertad que le era negada en Francia? Su apelación a «los ejércitos que sirven a la paz», ¿no asume una condena del fanatismo que acaba destruyendo a quien le da existencia? Su apuesta por actuar siguiendo la forma en que lo hacen los más moderados, ¿no presenta ante todo un hombre que no desea someterse al cruel delirio partidista que asolaba Europa?
Novelistas, dramaturgos, biógrafos pueden acceder a «su» Descartes, porque no han de mantener compromiso con la verdad. Descartes tan sólo incorporó a sus escritos los aspectos que son significativos para comprender las distintas decisiones y opciones que tomó para seleccionar «ocupación» y dar forma a «la filosofía práctica» y a las reflexiones metafísicas que persiguen establecer «algo firme y duradero en las ciencias». Asociado a todo ello, Descartes alimenta y refuerza el deseo de modificar el sistema de enseñanza para favorecer «una disposición en los hombres a la tolerancia y la concordia»; lo propio de un seguidor de aquel erasmismo que había penetrado y saturado muchas mentes y ambientes en Europa.



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